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((**Es9.425**) El primer azote predicho por don Bosco fue la peste. La terrible mortandad parecía acabada por completo a finales de 1867 y se empezaba a creer que había desaparecido todo peligro. Por eso el anuncio de una peste en aquellas circunstancias podía parecer una profecía fácil. Pero don Bosco, sin preocuparse ni un ápice de lo que se hubiera podido decir, se sintió obligado a anunciar lo que había visto en un sueño, cuya importancia él conocía. El azote había quedado en suspenso, pero no extinguido, mientras Dios esperaba que los hombres hicieran penitencia; y don Bosco advertía a sus muchachos que estuvieran alerta y no le ofendieran. En 1868, y en los cuatro años siguientes, se dieron casos de cólera en diversos lugares, pero no se manifestaron focos de infección. Sin embargo don Bosco, cuando tuvo conocimiento de ello, se lo comunicaba a menudo a los muchachos y les repetía con seguridad que el escudo contra el contagio era la medalla de María Auxiliadora. Se lo había asegurado el único que podía hacerlo y se cumplió de manera portentosa, como veremos. En el 1873 con una siniestra llamarada presentóse la epidemia en Treviso y Venecia. Invadió también las provincias de Padua, Brescia y Parma. Fue más mortífera en unos sitios que en otros, pero siempre terrible. En estas provincias, según el Boletín de la Gaceta Oficial, hubo por término medio un centenar de casos diarios de apestados, durante tres meses, y dos tercios de ellos murieron en pocas horas. ((**It9.466**)) En 1874 quedó el mal como escondido y permaneció casi endémico sin notable mortandad, mientras otras desgracias oprimían a la pobre Italia durante bastantes años. En el verano de 1883 la peste estaba en Egipto y se asomaba a las puertas de Italia con espanto de las ciudades marítimas. Los habitantes de Bríndisi se alborotaron y se opusieron al desembarco de pasajeros del correo de la India, porque las autoridades hacían algunas excepciones con ellos en cuanto a la cuarentena establecida. En 1884 estallaba el cólera en Tolón, por navíos infectados, procedentes de Tonquín (Indochina), y después en Marsella. Italia se inundó con millares de obreros que escapaban aterrorizados y volvían a la patria, llevando consigo el germen de la enfermedad. Esta se fue extendiendo por el Piamonte, Bérgamo, Liguria, Emilia, Toscana y Nápoles. En agosto estaban infectadas veinticuatro provincias y ochocientos cincuenta y ocho municipios. En la provincia de Cúneo hubo tres mil trescientos cuarenta y cuatro casos y mil seiscientos cincuenta y cinco muertos. (**Es9.425**))
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