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((**Es9.326**) señora Gastaldi, madre del Obispo de aquella ciudad, gravemente enferma, y dar así un desahogo a su corazón agradecido a aquella buena señora, que tanto se había afanado por el Oratorio. Su visita proporcionó inmensa alegría a la madre y al hijo; pero él se conmovió al contemplar los dolores que padecía la enferma y ver que, en breve, tendría que dejar este mundo... >>En aquellos mismos días se acercó también a visitar a un antiguo amigo suyo sacerdote, compañero del seminario, que hacía varios años se encontraba achacoso. >>Se saludaron cordialmente, pusiéronse a charlar sobre su enfermedad y enseguida advirtió que, además del mal físico, sufría moralmente puesto que, después de haber consultado a muchos médicos y haber probado muchas clases de remedios, sin experimentar ningún provecho, había perdido el ánimo y la esperanza de curar. Intentó don Bosco reanimarlo, exhortándole a confiar en María Auxiliadora, que tantas gracias había ya derramado en favor de otros; le aseguró que con una fe viva en Ella, dentro de unos quince días podría empezar a celebrar la santa misa. Pero, por más que le dijo, no logró reavivar en él la confianza en la Madre celestial. Al separarse de él, deploraba la suerte de algunos sacerdotes que, aunque no eran de malas costumbres, sin embargo, por encontrarse en medio del mundo cercados solamente de seglares, no oyen hablar más que de negocios mundanos y materiales, pierden el espíritu de fe y devoción y resulta más difícil excitar en ellos estos sentimientos tan consoladores y saludables para el cristiano, que en los mismos laicos>>. ((**It9.351**)) También se detuvo un poco en Turín. El clérigo Esteban Bourlot, que anotaba con esmero el desarrollo de las predicciones oídas al principio del año, preguntó a don Bosco hacia la mitad de agosto: ->>Y qué me dice del tercero que, según el sueño, debe morir? -El tercero, le respondió, hará una vez más el ejercicio de la buena muerte y espero salvarlo, aunque ahora todavía no está preparado para el gran paso. En efecto, en la primera semana de septiembre se hizo el ejercicio de la buena muerte y el día 9, víctima de una grave enfermedad, llevaron al Hospital de los Caballeros, o de San Mauricio y San Lázaro, el aprendiz de cerrajero Juan Bautista Bonenti, de dieciocho años, natural de Carpignano Novarese. El Hospital de los Caballeros se hallaba entonces a poca distancia del Oratorio, junto a la plaza de Manuel Filiberto, y precisamente en Puerta Palacio. (**Es9.326**))
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