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((**Es9.297**) Por la tarde del domingo 19 de julio, fiesta de san Vicente de Paúl, llegaba don Bosco a Cumiana, donde pasó un día entero con aquella apreciada familia y con los profesores que le habían acompañado. íCuántas glorias de María tuvo que contar allí! Don Miguel Rúa escribía en la crónica el día 20 de julio: <>. Una de estas procedía de Austria: Reverendísimo Señor: Hace unos días, agobiada de terror, invocaba el valimiento de las oraciones de V. S. en favor de mi yerno Carlos Lutzow, y hoy ((**It9.317**)) no sé con qué palabras darle gracias. Escuche: mi Carlos, después de una grave enfermedad, estaba, como se dice, a punto de muerte. Con toda ejemplaridad recibió los santos sacramentos y demostraba la resignación y fortaleza de un verdadero cristiano agonizante. Pero yo, mi hija y todos los de la familia, estábamos aterrados ante el pensamiento de su pérdida. Llegó a tiempo su carta invitándome a empezar una novena en honor de María Auxiliadora, nuestra única esperanza en aquella terrible situación. El 18 empezamos la memorable novena y puse al cuello del enfermo la prodigiosa medalla de María Auxiliadora, que usted me había regalado a mi paso por Turín. íFue cosa de maravilla! Aquel mismo día aumentaron tanto las fuerzas del enfermo, disminuyó tanto el mal, que los médicos declararon al día siguiente que estaba fuera de peligro. Dé gracias conmigo al Señor y a la Santísima Virgen María. Doy también gracias a usted y a todos esos buenos muchachos que, fervorosamente reunidos en la nueva iglesia, imploraron el auxilio de la que siempre oye las oraciones de los que con labios devotos e inocentes invocan su auxilio poderoso. Hoy (26 de julio) mi Carlos habla, ríe, bromea y ya ha podido restablecerse con distintas bebidas y comestibles. Sea, pues, ahora y siempre y en cualquier lugar, bendecido, alabado e invocado por todos el nombre de María Auxiliadora. En breve recibirá algún dinero para sus pobres muchachos. Con sincero y permanente agradecimiento me profeso Krawska (Austria), 20 de julio de 1868. Su segura servidora Baronesa LUISA GUDNAU Mientras la Baronesa escribía esta carta, don Bosco se encontraba en los Alpes, en Fenestrelle, adonde había llegado el sábado 25 de julio. Un perro, que los médicos creyeron rabioso, había mordido al párroco de Ruá, junto a Fenestrelle. Estaba el enfermo tan fuera de sí por el susto, que a toda costa quería fuera don Bosco a bendecirlo. (**Es9.297**))
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