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((**Es9.282**) Don Bosco se conmovió ante sus lágrimas, les dió unas saludables instrucciones, les prometió que rezaría, los bendijo y les aseguró la gracia. Tuvieron, en efecto, un segundo hijo. Esta vez no se tomaron la molestia de ir al Oratorio y olvidaron del todo a los muchachos de Valdocco. Don Bosco esperó más de un año y después volvió a visitarlos. Le recibieron un poco avergonzados y, cuando comenzó a decir que con la ((**It9.299**)) Virgen no se juega, declararon que las malas cosechas, los ingentes impuestos, los gastos extraordinarios y algunas pérdidas sufridas habían disminuido sus entradas; por consiguiente, no podían dar nada. Don Bosco salió convencido de que no quedaría sin castigo tan vergonzosa avaricia. Y he aquí que el niño se puso malo. Corrieron a llamar a don Bosco, pero él no quiso volver a aquella casa. El niño murió y la colosal herencia pasó a quienes los padres no hubieran querido dejarla. Don Bosco acostumbraba a repetir que la generosidad y el desinterés de los pobres generalmente es tal, que les obtiene las gracias más llamativas, mientras se requieren esfuerzos extraordinarios para inducir a ciertos ricos a un sacrificio notable. El 28 de junio, domingo, se celebró la fiesta de san Luis Gonzaga, con misa solemne, panegírico, procesión y fuegos artificiales. Aquella noche, víspera de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo y de la fiesta onomástica de S. E. monseñor Pedro Rota, los alumnos del Oratorio quisieron demostrarle, lo mejor que ellos podían, la gratitud que le profesaban. Y hubo música vocal e instrumental, poesías, iluminación y fuertes y repetidos vítores espontáneos y cordiales. Un poeta recordó cómo Monseñor había estado otra vez en el Oratorio, donde tanto había trabajado por el bien de los alumnos, y lo alabó por haber vuelto superando muchos inconvenientes. Después dirigió sus versos a una golondrina, que sólo él vio y oyó. Monseñor, como era de esperar, lo agradeció y el poema fue impreso para que los trinos y el charloteo de la golondrina fantástica llegasen desde el recinto del Oratorio hasta Guastalla y se oyera allí el eco del cordialísimo reconocimiento que los hijos de don Bosco profesaban al ángel de aquella afortunada diócesis. El día 29 fue solemnísimo en honor de los Príncipes de los Apóstoles. El altar de la izquierda del crucero en la nueva iglesia, dedicado a san Pedro, estaba cubierto de antorchas y ((**It9.300**)) flores. El cuadro, con un gran marco dorado, y con las llaves y la tiara papal (**Es9.282**))
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