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((**Es9.256**) de San Agustín; el teólogo Bruno, párroco de los Santos Mártires; el padre Carpignano, párroco y superior de San Felipe, y el teólogo Trucchi, párroco de la Anunciación. Fue también un día memorable, dados los muchos sucesos particulares que vamos a exponer brevemente. Entre otros, está el de un mendigo. Vino a la iglesia, recibió los santos sacramentos y asistió a las funciones sagradas; pero se le veía muy angustiado por no hallarse en condiciones de entregar un donativo para la nueva iglesia. Inspiróle el Señor un medio y lo aceptó. Salió de la iglesia, fue de puerta en puerta pidiendo y logró reunir diez céntimos. Volvió a la iglesia, rezó y después, muy conmovido, entró en la sacristía, diciendo: -He juntado estos diez céntimos que constituyen todo mi haber. Los entrego para la iglesia. No puedo hacer más, pero vuelvo de nuevo a ella para pedir a Dios que inspire a otros para que hagan donativos mayores. Pocos momentos después llegó una señora con un corazón de plata. -He prometido, dijo, un corazón de plata a María Auxiliadora, si obtenía la gracia y la he conseguido plenamente. ->>Y qué gracia ha sido? -Me caí hace poco en una calle de la ciudad, me pasó un coche por encima y me destrozó las piernas. Los médicos me atendieron mucho; pero, al cabo de unas semanas, unánimemente me dijeron que, dada mi edad de setenta y seis años, no podían asegurarme la curación. <<>>No hay ningún remedio?>>, pregunté al doctor. <>, respondió. Entonces me encomendé con fe a María Auxiliadora; hice una ((**It9.269**)) novena y en poco tiempo quedé perfectamente curada: la Virgen ha obrado un verdadero milagro. Ahora camino libremente y, agradecida, cumplo mi obligación. Quien desee saber mi nombre que lo lea detrás del corazón que ofrezco: Ana Caniparo, de setenta y seis años. Telegrafiaba al mediodía a don Bosco monseñor Pedro Rota, que debía llegar para tomar parte en las funciones sagradas: <>. Ante esta noticia se hicieron públicas plegarias en la nueva iglesia y la Santísima Virgen las oyó. Gavazzi intentó predicar, pero no pudo. Desafió al Obispo y a otros para una discusión, que aceptaron. Pero él, temiendo fracasar públicamente, buscó pretextos para (**Es9.256**))
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