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((**Es9.193**) pasiva en la elección del Papa. Al mismo tiempo le fijó un plazo perentorio de tres meses para presentarse a él y recibir humildemente órdenes: transcurrido inútilmente este tiempo, De Andrea sería privado del Cardenalato y de los demás beneficios. La carta apostólica llevaba fecha del 29 de septiembre de 1867 (un año después de la última de las referidas cartas de don Juan Bonetti) y le fue entregada al Cardenal el 12 de octubre. De Andrea, tras diferir un tanto la cosa, llegaba ((**It9.194**)) a Roma, con acompañamiento especial, el 16 de diciembre; pero no fue recibido en el Vaticano hasta que hubo firmado, el 26 de diciembre, una declaración, en la que leía: 1.° Que pedía perdón al Padre Santo por la desobediencia cometida. 2.° Que le pesaba el escándalo dado con sus escritos, la relación tenida con el Esaminatore de Florencia y que condenaba las doctrinas de este periódico. 3.° Que se unía totalmente al mensaje de los Obispos de 1867. 4.° Que declaraba inválidas sus protestas contra el Breve pontificio del 12 de junio de 1866. 5.° Que imploraba humildemente perdón al Papa, a sus colegas y a cuantos hubiera podido ofender. Dos días antes de que firmara esta declaración, le enviaba don Juan Bonetti la siguiente carta: í Viva el Niño Jesús! Eminencia Reverendísima: Hace poco más de un año que yo, angustiado por la desgracia que os sucedió, os enviaba una dolorosa carta, rogándoos, en mi humilde pequeñez, que volvierais al Santo Padre, y le consolarais, y edificarais al mundo. Me respondisteis entonces enviándome una carta poco antes publicada, que leí entre lágrimas. Pero, bendito sea Dios; ha pasado el tiempo malo, ha amanecido el día suspirado. Vuelvo, pues, a escribiros, Eminencia, con el corazón rebosante de la más pura alegría. Os agradezco el valor demostrado al despreciar el respeto humano y someteros a nuestro amabilísimo Padre Santo. Ahora aparecéis a mis ojos como verdaderamente grande. Satanás no pude gloriarse de haberos vencido y abatido, porque con vuestro resurgir ha perdido más de lo que había ganado con vuestra caída. Proseguid, pues, Eminencia, con la fortaleza de espíritu con que habéis empezado. Dios, la Virgen y los Santos os miran con ojos de complacencia. No lo dudéis: Jesucristo hará que el mundo católico olvide el doloroso fallo y no recuerde más que el glorioso arrepentimiento, el ilustre ejemplo. No os dejéis abatir, si en el camino emprendido encontráis punzantes espinas; si hubierais de probar alguna amargura, Jesucristo os ha (**Es9.193**))
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