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((**Es9.159**) -Mis queridos jóvenes: ayer noche os dije que tenía algo desagradable que contaros. He soñado y estaba decidido a no deciros nada, ya fuera porque dudaba si se trataba de un simple sueño, ya fuera porque siempre que conté alguno, hubo algo que objetar o que observar por parte de alguien. Pero, otro sueño me obliga a hablaros del primero, sobre todo porque, desde hace unos días, he vuelto a ser molestado de nuevo con ciertos fantasmas, especialmente hace tres noches. Sabéis que marché a Lanzo en busca de un poco de tranquilidad. Pues bien, la última noche que pasé en aquel Colegio, me acosté y, cuando comenzaba a dormirme, vino a mi fantasía cuanto voy a deciros: Me pareció ver entrar en mi habitación un gran monstruo que, adelantándose, fue a colocarse a los pies de la cama. Tenía una forma asquerosísima de sapo y era grueso como un buey. Yo lo miraba fijamente, conteniendo la respiración. El monstruo poco a poco iba aumentando de volumen; le crecían las patas, le crecía el cuerpo, le crecía la cabeza y cuanto más aumentaba su grosor más horrible resultaba. Era de color verde con una línea roja alrededor de la boca y del pescuezo que le hacían aún más terriblemente espantoso. Sus ojos eran de fuego y sus orejas huesudas muy pequeñas. Yo decía entre mí mientras lo observaba: -íPero si el sapo no tiene orejas! Encima de su nariz salían dos cuernos y por sus costados apuntaban dos grandes alas verduscas. Sus patas se parecían a las del león y por detrás tenía una larga cola que terminaba en dos puntas. En aquel momento me pareció no tener miedo, pero aquel monstruo comenzó a acercarse cada vez más a mí, alargando su amplia boca guarnecida de fuertes dientes. Yo entonces me sentí invadido de indecible terror. Lo creí un demonio del infierno, pues tenía todas las trazas de tal. Hice entonces la señal de la cruz, pero de nada sirvió; toqué la campanilla, mas a aquella hora nadie acudió, nadie la oyó; comencé a gritar, pero todo fue en vano; el monstruo permanecía impasible. ->>Qué quieres de mí, dije entonces, infernal demonio? Pero él se acercaba cada vez más enderezando y alargando las orejas. Después puso las patas delanteras sobre el borde ((**It9.156**)) de mi lecho y, aferrándose con las patas traseras a los barrotes, permaneció inmóvil un momento con su mirada fija en mí. Después, alargando el cuerpo hacia adelante, puso su hocico cerca de mi cara. Yo sentí tal escalofrío, que de un salto me senté en la cama dispuesto a arrojarme al suelo; pero el monstruo abrió toda la boca. Hubiera querido defenderme, apartarlo de mí, pero era tan asqueroso que ni en aquellas circunstancias me atreví a tocarlo. Comencé a gritar, eché la mano hacia atrás buscando la pileta del agua bendita, pero sólo tocaba la pared sin encontrarla y el monstruo me mordió por la cabeza de tal forma que durante unos instantes la mitad de mi cuerpo permaneció dentro de aquellas horribles fauces. Entonces grité: -En el nombre de Dios: >>por qué me haces esto? El sapo, al oír mi voz, se retiró un poco, dejando libre mi cabeza. Hice de nuevo la señal de la santa cruz y, habiendo logrado meter los dedos en la benditera,eché un poco de agua bendita al monstruo. Entonces, aquel demonio lanzó (**Es9.159**))
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