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((**Es9.113**) su puesto y los alumnos, cosa insólita, salían del estudio y de los talleres, poco dispuestos a confesarse, y se dispersaban por los patios en vez de ir a prepararse para la confesión. Don Juan B. Francesia procuraba mandarlos a la iglesia, pero veía en la cara de muchos cierta sonrisa maligna, que no sabía explicar. Algunos, a su invitación, entraban por una puerta de la iglesia y salían por la otra. Volvía a llamarlos y de un patio se iban al otro. Nunca se habían manifestado tan reacios como aquella tarde. Cuando supo la causa procuró persuadirlos, hacerles entrar en razón, pero él mismo se armaba un lío. En efecto, la profecía de don Bosco no daba señales de cumplirse y algunos, que habían entrado hacía unas semanas en el Oratorio, encontraban pretexto para reírse de todo cuanto de admirable habían oído sobre don Bosco. Aquellas habladurías causaban mal efecto particularmente entre los aprendices. Llegó la hora de la cena. Los del primer turno acudieron al comedor y lo encontraron sin preparar. Faltaba el vino. Buscan a Espíritu Rossi, cantinero y refitolero y no le encuentran; no se sabe por dónde anda; de la cocina avisan al Prefecto; don Miguel Rúa pregunta quién ha visto últimamente a Rossi y Cipriano Audisio responde que a las dos de la tarde ha estado con él en la cantina lavando los toneles y que allí lo había dejado. Van a la cantina: cerrada. Le llaman, golpean la puerta, la fuerzan, entran, miran por todas partes y, por fin, ven por el suelo los zapatos de Rossi. Se registran entonces los toneles vacíos. El pobrecito estaba en el fondo de uno de ellos, a donde imprudentemente había bajado, asfixiado, muerto. Caliente todavía, sacáronle y lleváronle fuera. La voz corrió como una centella. Los muchachos se agolparon para contemplar el doloroso espectáculo, los murmuradores enmudecieron avergonzados, todos eran presa de un misterioso temor y corrían a confesarse, de tal modo que don Bosco tuvo que estar confesando casi hasta media noche. Hasta los más incrédulos se convencieron del espíritu profético del Venerable. Citamos entre los testigos del hecho al cardenal Cagliero. ((**It9.113**)) Don Miguel Rúa escribió en el Necrologio: << 18 de marzo. -Muere Espíritu Rossi, de Saliceto, de 26 años de edad. Obediencia y piedad eran sus rasgos característicos: Quiso ser sacerdote; mas, por carecer de memoria e inteligencia suficientes, hubo de abandonar los estudios. En casa de sus padres resultó monomaníaco. Tuvo la fortuna de volver a entrar en el Oratorio y, sin más remedio que una ciega obediencia a su Director, curó del todo. (**Es9.113**))
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