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((**Es8.98**) Cerrado herméticamente, se colocó el envoltorio que contenía el acta en el hueco practicado en el centro de la piedra angular, juntamente con unas medallas de María Auxiliadora y monedas de oro, plata y cobre, acuñadas aquel año y estampas religiosas y retratos del Papa. El venerando Prelado bendijo todo con el hisopo. Junto a él, atraían todas las miradas los dos hermanos Francisco y Miguel Paglia, que eran los más pequeños de los clérigos, iguales en estatura, y muy iguales de cara, ya que eran gemelos. El uno sostenía en las manos una elegante bandeja de plata con una paleta de albañil y un martillo; el otro una bandeja igual con un pequeño cofrecito. El príncipe Amadeo embutió éste en el hueco practicado en la piedra angular y echó encima la primera paletada de cal. Después continuaron los albañiles allí mismo su trabajo hasta la altura de poco más de un metro. Acabados los actos religiosos, los personajes invitados entraron en el Oratorio. En el patio estaban los alumnos formados en dos filas. ((**It8.102**)) El Príncipe quiso pasarles revista y por dos veces recorrió despacio las filas de los muchachos que aplaudían. Se paró ante la banda de música y quedó gratamente impresionado al ver entre los músicos algunos jóvenes, ya salidos del Oratorio, que vestían el uniforme de su mismo regimiento. Siempre acompañado por don Bosco, visitó el Oratorio dando muestras de agrado ante las frecuentes aclamaciones que los muchachos le tributaban cada vez que pasaba cerca de ellos. Una vez terminado el recorrido, se dirigió con los demás invitados al gran salón de estudio, donde don Juan Bautista Francesia saludó al Obispo, al Príncipe y demás señores con una admirable poesía en la que, entre otras cosas, dijo a su Alteza: Caro e diletto Principe, Querido ilustre Príncipe, Schiatta di santi eroi, Casta de héroes y santos, Quale pensier benefico >>Qué piadosos encantos Ti mena qui fra noi? Te traen a nuestro hogar? Uso alle aurate reggie, >>Desde tu alcázar regio sabiduría y fortaleza el Pontífice Máximo Pío IX, según los ritos religiosos, se bendijo la piedra angular de la iglesia por Juan Antonio Odone, Obispo de Susa: y Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II, la colocó por primera vez en su sitio, con gran solemnidad y ante una gran muchedumbre. Salve, oh Virgen Madre, socorre benévola a tus devotos, que veneran tu majestad y defiéndelos desde el cielo con tu eficaz ayuda.(**Es8.98**))
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