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((**Es8.869**) al bien. Llevaba siempre consigo el rosario, que rezaba lo más a menudo posible. Sus conversaciones preferidas eran sobre Dios, la Virgen y el Papa; y nunca dejaba de hablar del Oratorio y de su querido don Bosco, a quien profesaba tanto amor que, cuando se encontraba en su casa paterna, le parecía encontrarse entre espinas. Este digno hijo del Venerable fue a celebrar el 25 de diciembre su primera misa en el pueblo. Escribía de este modo el sacerdote Nicolás María Lisa: <<íCon qué diligencia se preparó a ella don Pedro Racca y con qué fervor la celebró! Todo el mundo se formó de él el concepto que se tiene de los santos; entre otros el caballero José Barale, notario y secretario de este ayuntamiento, exclamó: >>-íQué santo sacerdote debe ser este joven levita! >>Yo pronuncié el sermón aquel día y presenté el poder de la Virgen que supo desvanecer los temores y dudas de su infancia y quitarle todo obstáculo para conducirle al sacerdocio; y dije, para acabar, que por tanto era su deber predicar, mientras viviese, las glorias de María>>. Estaba bien persuadido de ello nuestro buen don Pedro, puesto que entre las muchas gracias que había obtenido de Ella, recordaba la de una feliz memoria, como ya hemos narrado, al principio de sus estudios. Pero tenía una recentísima para estar agradecido a María. A fines de noviembre había sido avisado por los Superiores para disponerse a recibir la sagrada ordenación. Debía prepararse a sufrir el examen requerido, pero cansado por otros estudios y distintas ocupaciones, andaba diciendo: -íEs imposible, es imposible que me presente! íMe falta tiempo! Mas como insistieran los Superiores, se puso a estudiar un tratado con la mejor buena voluntad. Sin embargo, se dio cuenta de que con sus solas fuerzas podía hacer muy poco. Pero, como entonces se estaba en la novena de la Inmaculada, se dirigió a la Virgen santísima en demanda de ((**It8.1025**)) ayuda en circunstancia tan crítica. Vínole la ayuda, pero no enseguida. La antevíspera del examen todavía no estaba preparado. Con mayor fervor aún torna a suplicar a su madre María que le eche una mano: y aquel mismo día continúa con los libros. Al instante advierte que todo lo que lee lo retiene en la memoria. De esta forma se encontró tan preparado que maravilló a los examinadores. Contento de la gracia recibida, no supo callarla y la contó en clase sin decir el nombre del favorecido, por la Virgen, pero luego durante el recreo ya no pudo ocultar que el agraciado era él. Narró el hecho a sus alumnos para animarles a ser devotos de María Auxiliadora y confiar cada día más en su poder. (**Es8.869**))
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