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((**Es8.856**) >>->>Entonces cómo tengo que hacer? >>Respondí: >>-Apoye a don Bosco en su obra y tendrá la aprobación de todos los buenos y el eterno agradecimiento de los hijos de don Bosco>>. Hasta aquí monseñor Cagliero. Sin embargo, don Pablo Albera no fue ordenado hasta el año siguiente. Hacia la mitad de este diálogo, el Arzobispo, bromeando, agarró a don Juan Cagliero por el tupé y le dijo: -íAh, Vos venís a sermonearme! -No, Excelencia, perdóneme; respondió Cagliero. Yo no vengo a sermonear a mi Superior; pero cuando veo que se contradice a don Bosco o que se desconoce a nuestra Pía Sociedad, no puedo contenerme como debería hacerlo. La conversación había durado casi tres cuartos de hora. Cuando don Bosco se enteró del éxito de la embajada, se limitó a observar cómo el Arzobispo se dejaba arrastrar por su demasiado buen corazón para oponerse a él. Ciertamente su modo de obrar no era precipitado, más aún, era fácil a ceder, ya que le repugnaban las medidas odiosas que le sugerían, so pretexto del bien de la diócesis. De aquí las continuas dudas y sus concesiones, alternadas con algún acto de mal humor contra los clérigos del Oratorio. (**Es8.856**))
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