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((**Es8.854**) deber de condescender con su deseo. Don Bosco le dejó hablar sin interrumpirle, y luego le hizo comprender cómo el Vicario, monseñor Zappata, había dado con el punto fundamental de la cuestión. -íPero son mis feligreses!, exclamó el teólogo Abrate. ->>Sus feligreses? Pero si yo no hubiese aceptado en casa a los que ahora son maestros junto a mí, si les hubiese dejado con sus familias porque no eran mis feligreses, >>hubieran llegado éstos a ser maestros de tantos otros alumnos, entre los cuales hay muchos de los suyos? ((**It8.1006**)) El Párroco, que era hombre de talento y razonable, respondió sonriendo: -Bien, bien; este es un argumento que me convence. Basta así; usted y don Juan Cagliero me han convencido y quiero persuadir a otros colegas míos para que ayuden a don Bosco en su empresa y no le contradigan más. A partir de aquel momento dejó en libertad a don Pablo Albera para que siguiera siendo salesiano y, de vuelta a Caramagna, dijo a don Bernardo Appendini: -íEstamos perdidos! Don Bosco tiene razón: hay que rendirse. Y le contó lo que le había sucedido con el Vicario y con el Siervo de Dios. Los dos párrocos se conviertieron en entusiastas admiradores de don Bosco. Alguno, maravillado de este cambio, habló de ello con el Venerable y éste dijo: -Demos gracias al Señor, porque antes pagamos caro el tenerlos en contra. También el Arzobispo, con lisonjeras promesas había intentado por todos los medios reducir a su querer a don Pablo Albera, que estaba firme y resuelto a no separarse del lado de don Bosco; y por ello le hizo entender que no le admitiría a las sagradas órdenes. Don Bosco fue a tratar personalmente con monseñor Riccardi la cuestión. El clérigo Albera había emitido los votos trienales, y no obstante no se quería reconocer que estuviese desligado de la inmediata jurisdicción diocesana. Sin embargo, después de un largo coloquio con Monseñor, don Bosco concibió la esperanza de que las dificultades serían allanadas y encargó a don Juan Cagliero de ultimar los trámites. Pero he aquí cómo cuenta monseñor Cagliero el éxito de su misión, en el proceso ordinario para la causa de beatificación y canonización del Siervo de Dios: <(**Es8.854**))
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