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((**Es8.839**) se podría formar todo un volumen; tales y tantas son las contradicciones, hijas de una excesiva susceptibilidad, promovida por las actuales circunstancias, cuya probabilidad de existencia expira apenas nacen, como efecto que son de la imaginación, de las aspiraciones, de los deseos... ESCIPION CONESTABILE DELLA STAFFA El Venerable había dicho en los primeros días del mes una palabra, digna de ser tenida en cuenta, referente a los sucesos de Roma. Una noche en la que se hablaba de la guerra y alguno expresaba su miedo por los males que amenazaban a Roma, él, con aire sonriente y seguro, interrumpió diciendo: -Pues bien, si las ocupaciones me lo permitieran, me gustaría ir a Roma, recorrer varios barrios de la ciudad y gritar en alta voz diciendo a todos los ciudadanos que estuviesen tranquilos, porque nada malo les sucederá; que confíen en la protección de la Virgen María y no teman invasión alguna. Así se lee en la Crónica de don Miguel Rúa. Lo sucedido demostró cuán acertado andaba don Bosco. El 23 de octubre salía Garibaldi de Florencia en un tren especial hacia Terni. En Scandriglia tomó el mando de doce mil combatientes congregados allí y en Corese, a pocas millas de Monte Rotondo, a treinta kilómetros de Roma. El 25 asaltaba con todo su ejército Monte Rotondo, defendido solamente por trescientos cincuenta hombres que resistieron durante veintisiete horas seguidas: y después de haber sido rechazado cuatro veces, con la pérdida de un millar de hombres entre muertos y heridos, finalmente se apoderaba del castillo. Los soldados pontificios, cansados y hambrientos, tuvieron que rendirse, al ser aplicado el fuego al palacio que les servía de último baluarte. ((**It8.989**)) La revolución había sido batida en Roma pero no desarmada. El día 25, informado Cucchi de que Garibaldi se encontraba en Monte Rotondo, tuvo por seguro que aquella misma noche llegaría a las murallas de Roma. En consecuencia intentó renovar la revuelta aquella noche para facilitar la entrada de los atacantes. Entre los ocultos reductos de los insurrectos, el principal y más seguro era la fábrica de lanas de Julio Aiani, en el Trastévere, que se componía de varios bloques de edificios. Allí estaba almacenado un gran depósito de armas y de bombas. Los cabecillas contaban con quinientos hombres, en su mayoría extranjeros. Se comenzaron los preparativos en la fábrica para salir armados durante la oscuridad de la noche, con el fin de asaltar las prisiones políticas de San Miguel, acometer algún (**Es8.839**))
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