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((**Es8.831**) siempre humilde y sencillo, sin jamás desmentirse, como le conocí en 1851 >>. Y don Juan Piano repetía: <>. Y añade: <>. Y don Francisco Dalmazzo: <>. Y después de esta nueva entalladura a la querida imagen de don Bosco, que queríamos esculpir en estas páginas, prosigamos la narracion: Estaba para empezar el curso 1867-68. Tres clérigos habían obtenido en agosto el título de maestros elementales en Pinerolo. En septiembre obtenían tres más en la Real Universidad de Turín el diploma de profesores para los tres primeros cursos de Bachillerato. Y en el mes de octubre alcanzaban otros cuatro, en Ivrea, la patente para las clases elementales superiores. Don Bosco designó a cada uno las clases que debían atender y les dio sabios consejos, insistiendo en la recíproca caridad que no quería se turbase de ningún modo. ((**It8.980**)) Admitía que hubiera serenas discusiones, pero no le gustaban las porfías y altercados por motivos literarios y ni siquiera en materia filosófica o teológica, porque advertía que, de ordinario, en el calor de la disputa, se faltaba a la caridad. Recomendaba muy encarecidamente a los superiores, a los maestros y a los confesores que rogasen cada día por los alumnos y los penitentes, demostrándoles la importancia de obtener del Señor los auxilios necesarios para el buen resultado de su misión. Si había algún desorden en un colegio o en una clase, si algunos muchachos traviesos no se sujetaban a la disciplina, solía preguntar al que se lamentaba de ello: ->>Rezas por tus muchachos? Una vez comenzadas las clases, tanto el Oratorio como los colegios de Mirabello y Lanzo rebosaban de alumnos y tenía también un (**Es8.831**))
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