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((**Es8.819**) y por la oculta participación de los ministros italianos residentes en Florencia. << 1.° Guerra al Pontífice, ya que Europa había intimado a Roma una guerra de religión: no podremos adelantar ni un paso, sin derribar la cruz. >>2.° íGuerra al Rey! Ya que el clero no tiene por sí mismo fuerza alguna, resulta nulo, pero lo puede todo y lo es todo con la ayuda de los príncipes y de los monarcas. Quien está por el rey, está por la restauración de la Iglesia. Cristo, el César, el Papa, el Emperador, son las cuatro piedras sepulcrales de la libertad italiana. >>3.° La irreligión y la ley agraria son el último término del progreso. Entiendo por irreligión la progresiva propagación de la ciencia, que sustituya a las fábulas del culto, a las contradicciones fatales de la metafísica...>> Garibaldi, a su vuelta de Ginebra, pasó por Florencia; allí recibió las instrucciones del Gobierno y de la Comisión revolucionaria, y llegó a Sinalunga para capitanear a los voluntarios. De este modo se violaba la Convención, por lo que Napoleón hizo saber, al ministro Rattazzi que volvería a ocupar Roma con sus tropas si Garibaldi llegara a apoderarse del territorio que quedaba al Papa. Rattazzi prometió reprimir con la fuerza aquel atentado: y el 23 de septiembre hizo arrestar, pero con todo respeto, al general, que fue conducido primero a la ciudadela de Alessandria, después a Génova y el 27 fue llevado a Caprera. ((**It8.966**)) Una flota de ocho o nueve barcos de guerra rodeó la pequeña isla para impedirle que volviera a tierra firme, y se colocaron treinta mil hombres en pie de guerra en los confines de Toscana y Umbría, para contener a los voluntarios. Para este mismo fin, dos barcos más se movían por las costas de Civitavecchia; se esperaba con estas medidas mantener a raya a Francia, y con los tumultos de la plebe en las principales ciudades del reino, promovidos y reprimidos, se quería persuadirla de que toda la nación participaba en aquella empresa. El 29 de septiembre, según las órdenes dejadas por Garibaldi, los primeros escuadrones de sus jenízaros invadieron la provincia de Viterbo, sin oposición de las tropas reales que les veían pasar entre sus filas. Estas avanzadillas eran de cincuenta, cien, doscientos combatientes, pero muy pronto fueron seguidas por bandas de ochocientos y hasta de mil y más hombres. Las dirigían diputados del Parlamento, oficiales del ejército regular, licenciados, y dos hijos de Garibaldi. (**Es8.819**))
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