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((**Es8.81**) por su nombre y después pidió confesarse. ((**It8.80**)) Una vez confesada, dio algunos consejos a la familia, añadió algunas disposiciones en torno a ciertos asuntos y después se recostó nuevamente en el lecho y quedó el cadáver frío como antes. Tendría aún muchas otras cosas que contaros, pero las dejo para otras noches. Mis queridos jóvenes, aprendamos de la muerte de este Obispo una gran verdad.Todos, por sublime que sea la condición y dignidad de una persona, todos estamos sujetos a la muerte. La muerte no respeta a nadie. El Obispo de Cúneo era un santo varón y no necesitará de nuestros sufragios. De todos modos, como siempre estamos en la incertidumbre y pudiera tener todavía alguna deuda que saldar con la divina Providencia, deseo que mañana recéis el rosario de difuntos y hagáis una comunión sacramental o espiritual, según pueda cada uno, en sufragio de su alma. Querría rogaros algo más. Querría aconsejaros una florecilla en honor de la Santísima Virgen. Y es la de hacer silencio por las escaleras, al subir al dormitorio después de las oraciones. Antes bastaba el silencio en el dormitorio, pero he pensado y reflexionado que el silencio por las escaleras evita muchos inconvenientes. Se ha dado este aviso muchas veces; ahora quisiera que lo practicaseis por amor a al Virgen, y que fuerais al dormitorio con el más riguroso silencio. 23 de marzo Hoy ha nevado mucho y parece que no quiera parar por ahora; es probable que dure algunos días más. Sin embargo, la estación está muy avanzada y el sol derretirá pronto la nieve. Os digo esto para que cuidéis vuestra salud. El aligeraros de ropa, jugar, sudar e ir después al estudio o a clase puede acarrearos mucho daño. Estamos ya a la mitad de la cuaresma. En el oficio y en la santa misa de hoy se ha hecho la conmemoración de san Cosme y san Damián. Es algo desacostumbrado, porque durante toda la cuaresma no hay más que una sola conmemoración de esta clase. Los que rezan el oficio se habrán dado cuenta de ello y querrán saber el porqué. Os lo diré, porque también a todos los muchachos les gustará conocerlo. Hace siglos que existe en Roma la costumbre de hacer las estaciones durante la cuaresma en algunas iglesias determinadas. El día en el cual coincide la mitad de la cuaresma se hace la visita a la iglesia de san Cosme y san Damián y acude mucha gente. Ahora bien, narra la Historia Eclesiástica que un año, tal día como hoy, una gran masa de pueblo llenaba la antigua iglesia dedicada a estos Santos y rezaba de rodillas ante sus altares cuando de improviso se oyó un murmullo entre la gente. Algo extraordinario sucedía. Las dos estatuas de mármol de los santos Cosme y Damián empezaron a moverse ((**It8.81**)) en sus nichos y, como si fuesen hombres de carne y hueso, descendieron de los pedestales, se posaron sobre el pavimento, se encaminaron el uno hacia el otro y fueron a encontrarse en medio de la iglesia; después, juntos, se dirigieron hacia la puerta, cruzando por entre el pueblo. La gente estupefacta ante el maraviIloso espectáculo, seguía tras las estatuas para ver en qué acababa todo aquello. Ya fuera todos, y a cierta distancia de la iglesia, las estatuas se pararon y un terrible e improviso ruido hizo que todos los espectadores volviesen sus ojos hacia atrás. En aquel preciso momento se desplomaba la iglesia. De no haber sido por aquel gran milagro toda la multitud hubiera quedado sepultada bajo los escombros del templo. Por este hecho se estableció que todos los años se hiciese (**Es8.81**))
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