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((**Es8.764**) como conoce lo mucho que desde hace tiempo sufre el pobre conde Víctor Manuel, su marido. Después de haberme hablado de su confianza en las oraciones del Santo Sacerdote, a cuyo lado tan dignamente usted se halla, y aunque habiéndole visto hace pocos días, no haya escuchado de sus labios una palabra de esperanza, sin embargo, habiendo oído contar el hecho de una curación milagrosa obtenida por sus oraciones, me dijo que había enviado, en un arranque de fe, otra carta, en la que de nuevo se encomendaba calurosamente a sus oraciones, para obtener esta gracia de Maria Inmaculada, Auxilio de los cristianos, en favor de su marido. Sabiendo ella que yo conozco a V. S. hace mucho tiempo, me rogó le escribiera unas palabras, uniendo mis ruegos a los suyos, para obtener mediante el patrocinio de V. S. ante el gran hombre de Dios, que posee entre sus hijos tantas almas inocentes que están en continua comunicación con Dios, la gracia implorada, siempre que no se oponga a la voluntad del Señor: o que, al menos, quiera conservarlo todavía concediéndole alguna tregua a sus sufrimientos, que tan vivamente influyen en el corazón de esta piadosa y santa señora. Sabiendo cómo el Señor y la Virgen nuestra Madre no desprecian, sino, al contrario, quieren que insistamos en nuestras oraciones con perseverancia, no pude por menos de condescender a su deseo; y para consolarla de algún modo en las continuas y dolorosas penas con las que el Señor le visita, me atrevo a dirigirle la presente, con la seguridad de que perdonará la confianza que me tomo con su persona, a la que hace tanto tiempo aprendí a conocer y apreciar. Confío querrá darme, a su comodidad, una respuesta, que si no es confortante, pueda al menos producir algún alivio a la afligida señora Condesa. Usted, que es bueno y piadoso, se convencerá fácilmente del deseo que tengo de aliviar las tribulaciones y me escribirá de modo que pueda leerle su carta, en la que usted vierta, por su parte, una gotita de bálsamo sobre las heridas de este pobre corazón. Evocando de este modo su recuerdo, y encomendándome a sus piadosas oraciones, tengo el alto honor de presentarle ((**It8.898**)) los sentimientos de mi más viva gratitud y del más reverente respeto con que me ofrezco, De vuestra señoría Ilma. Atento y seguro servidor F>>LIX MAJOTTI, Prior El conde Víctor Manuel de Camburzano, uno de los más ilustres diplomáticos del antiguo Piamonte, fiel a sus convicciones religiosas y políticas, diputado en 1857 en el Parlamento Subalpino, elocuentísimo orador y escritor de periódicos y opúsculos en defensa de la verdad y de la religión, admirado por los católicos y los adversarios por su claridad mental, su polifacética doctrina, su ánimo franco y leal, amigo y gran bienhechor de don Bosco, hacía diez años que sufría de cáncer. Había soportado la enfermedad con un valor y una resignación que solamente la fe cristiana, la esperanza de una vida futura y el amor al Crucificado pueden inspirar, y ahora estaba próximo a recibir el premio. La Condesa había rogado muchas veces a don Bosco, de palabra y por escrito, que intercediese ante la Virgen (**Es8.764**))
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