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((**Es8.745**) alma, su corazón, su conciencia, pero que esta necesidad es solamente para el bien de sus almas. Por lo demás os diré que, en las frecuentes visitas que os hago, he visto cosas que me llenan de satisfacción, especialmente por parte de los que con ejemplaridad comulgan frecuentemente y cumplen sus deberes. He notado, sin embargo, las pequeñas negligencias de algunos, pero de esto no hago mucho caso. De todo ello no quiero tengáis pena alguna. Voy a vosotros como padre, amigo y hermano; dadme solamente el corazón unos instantes y quedaréis contentos. Contentos por la paz y la gracia del Señor con que se enriquecerá vuestra alma y contento yo, que experimentaré la grande y suspirada satisfacción de veros a todos en amistad con Dios creador. Pero todo esto es para el alma; y >>para el cuerpo nada? Ciertamente, después que hayamos dado al alma lo que le corresponde, no dejaremos al cuerpo en ayunas.Desde ahora me encomiendo al señor Prefecto (administrador) para que dé las órdenes oportunas con el fin de que pasemos un buen día y, si el tiempo lo permite, haremos todos juntos una excursión. La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con vosotros y la Santísima Virgen os haga a todos ricos de la verdadera riqueza, que es el santo temor de Dios. Amén. Rogad por mí que de corazón soy vuestro Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. P. S. -Especiales saludos para los sacerdotes, maestros, asistentes y la familia Provera, particularmente al querido papá. Monseñor de Calabiana, nombrado Arzobispo de Milán, y que todavía no había dejado la diócesis de Casale, fue el jueves a pasar la jornada con don Bosco. Se encontró con él ((**It8.876**)) bajo los pórticos y estaba presente, con los demás del Colegio, don Francisco Cerruti. Dijo el Obispo bromeando: ->>Con que es usted, don Bosco, el que me manda a Milán? íCon lo bien que yo estaba en Casale! A decir verdad era muy querido por el clero y el pueblo. Después de la comida, entretenía don Bosco a los muchachos con juegos y amena conversación, escrutaba jocosamente las líneas de las palmas de las manos que ellos le presentaban prediciendo a cada uno, entre carcajadas universales, con intrincados cálculos, el tiempo de vida que les quedaba, cuando he aquí que Monseñor, que había estado en corro con los Superiores y profesores, se adelantó hasta don Bosco en medio de los muchachos y le presentó su mano abierta. El Siervo de Dios tomó la mano del Arzobispo, la besó y se retiró con él a su habitación. Llegaba mientras tanto a Turín otra carta comendaticia para la aprobación de la Pía Sociedad. (**Es8.745**))
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