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((**Es8.714**) En sus oraciones pedía al cielo el conocimiento exacto de sus ovejas; la gracia de vigilar atentamente; de asegurar la custodia del redil aun después de su muerte y de proveerle de fácil alimento material y espiritual. Don Bosco, pues, después de las oraciones de la noche, habló así: En una de las últimas noches del mes de María, el 29 o el 30 de mayo, estando en la cama y no pudiendo dormir, pensaba en mis queridos jóvenes y me decía a mí mismo: -íOh si pudiese soñar algo que les sirviese de provecho! Después de reflexionar durante un rato añadí: -íSí! Ahora quiero soñar algo para contarlo a mis jóvenes. Y he aquí que me quedé dormido. Apenas el sueño se apoderó de mí, me pareció encontrarme en una inmensa llanura cubierta de un número extraordinario de ovejas de gran tamaño, las cuales, divididas en rebaños, pacían en los extensos prados que se ofrecían ante mi vista. Quise acercarme a ellas y se me ocurrió buscar al pastor, causándome gran maravilla que pudiese haber en el mundo quien pudiera poseer tan crecido número de animales de aquella especie. Después de breves indagaciones me encontré ante un pastor apoyado en su cayado. Inmediatamente comencé a preguntarle: ->>De quién es este rebaño tan numeroso? El pastor no me contestó. Volví a repetir la pregunta y entonces me dijo: ->>Y a ti qué te interesa? ->>Por qué, repliqué, me contesta de esa manera? -Pues bien, dijo el pastor, este rebaño es de su dueño. ->>De su dueño? Eso ya me lo suponía, dije para mí. Y continué en alta voz: ->>Y quién es el dueño? -No te preocupes, me dijo, ya lo sabrás. Después, recorriendo en su compañía aquel valle, comencé a observar el rebaño y la región en que nos encontrábamos. Algunas zonas estaban cubiertas de rica vegetación; numerosos árboles extendían sus ramas proporcionando agradable sombra, y una hierba fresquísima que servía de alimento a gran número de ovejas de hermosa y lucida presencia. En otros parajes la llanura era estéril, arenosa, llena de piedras, recubierta de espinos, desprovistos de hojas, y de grama amarillenta; no había en toda ella ni un tallo de hierba fresca; a pesar de ello, también ((**It8.841**)) allí había numerosas ovejas paciendo, pero su aspecto era miserable. Hice algunas preguntas a mi guía referentes a este rebaño, pero él, sin contestarme a ninguna, dijo: -Tú no estás destinado a cuidarlas. En éstas no debes pensar. Te voy a llevar a que veas el rebaño que te ha sido reservado. -Pero >>tú quién eres? -Soy el dueño; ven conmigo; vamos hacia aquella parte y verás. Y me condujo a otro lugar de la llanura donde había millares y millares de corderillos. Tan numerosos eran, que no se podían contar y estaban tan flacos que apenas si se podían tener en pie. (**Es8.714**))
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