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((**Es8.703**) en Lanzo. Suya era también la firma y la posdata: Lea y explique el Director lo que sea menester. He aquí la copia destinada a los salesianos del Oratorio. A don Miguel Rúa y a mis queridos hijos de San Francisco residentes en Turín Probablemente nuestra Sociedad será definitivamente aprobada dentro de poco y por ello necesitaría hablar frecuentemente con mis amados hijos. No pudiendo hacerlo ahora siempre personalmente, procuraré hacerlo al menos por carta. Comenzaré, pues, diciendo algo en torno a la finalidad general de la Sociedad y luego pasaremos a hablar de nuevo sobre las observaciones particulares de la misma. El primer objeto de nuestra Sociedad es la santificación de sus miembros. Por tanto, cada uno al entrar en ella se despoje de todo otro pensamiento y solicitud. Quien entrase para gozar de una vida tranquila, tener comodidad para continuar sus estudios, librarse de las órdenes de sus padres, o eximirse de la obediencia a cualquier Superior, tendría un fin equivocado y no sería el sequere me (sígueme) del Salvador, ya que seguiría la propia utilidad temporal, y no el bien de su alma. Los apóstoles fueron alabados por el Señor y les prometió un reino eterno, no por abandonar el mundo, sino porque, al abandonarlo, manifestaban estar dispuestos a seguirle en las tribulaciones, como sucedió de hecho, consumiendo su vida en los trabajos, en la penitencia y en los padecimientos, y sufriendo finalmente el martirio por la fe. Tampoco entra o permanece con buen fin en la Sociedad quien está persuadido de que es necesario en la misma. Todos deben grabar en su mente y en su corazón, que, desde el Superior General hasta el último de los socios, ninguno es necesario en la Sociedad. Sólo Dios debe ser su cabeza, su señor totalmente necesario. Por eso los socios de la misma deben dirigirse a su cabeza, a su señor, al remunerador, a Dios, y todos deben hacerse inscribir en la Sociedad por su amor, trabajar por su amor, obedecer, dejar cuanto se poseía en el mundo para poder decir al fin de la vida al Salvador que habíamos elegido ((**It8.829**)) por modelo: Ecce nos reliquimus omnia et secuti sumus te; quid ergo erit nobis? (He aquí que hemos dejado todo y te hemos seguido; >>qué será de nosotros?) Cuando decimos que cada uno de nosotros debe entrar en la Sociedad, guiado por el único deseo de servir a Dios con mayor perfección y hacerse el bien a sí mismo, se entiende el verdadero bien, el bien espiritual y eterno. Quien busca una vida cómoda, de bienestar, no entra con buen fin en nuestra Sociedad. Nosotros ponemos como base la palabra del Salvador que dice: <>. Pero >>adónde ir, adónde seguirle, a quien no tenía ni un Palmo de tierra donde reclinar su cabeza? <> (**Es8.703**))
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