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((**Es8.695**) terminé la novena, desaparecieron mis males y ahora estoy curada del todo. >>Finalmente, esta mañana, cerca de las diez, me trajeron un niño de unos cinco años, tan sordo que no habría oído el disparo de un cañón. Pues bien; le bendije, palmoteé suavemente junto a sus orejas. El chiquito volvióse al instante hacia atrás y me miraba riendo. íQué buena es la Virgen!>>. Ella misma disponía que también don Bosco se sintiese libre de la más grave angustía de aquellos días. Le llegaban de Roma cartas muy consoladoras. Roma, 29 de mayo de 1867 Reverendo señor don Bosco: Le escribo de nuevo, según le prometí en mi anterior, que espero ya haya recibido. He ido a ver al padre Angelini, a quien había dejado las aclaraciones y las otras cartas con el fin de que me aconsejara lo que se debía hacer, y me dijo: 1.° Que de ningún modo, por ahora, se debían dejar correr cartas, aclaraciones, ni defensas, sin haberlas comunicado antes al P. Módena o al Cardenal Prefecto del Indice. De lo contrario, la cuestión podía ser mal interpretada y causar daño; 2.° Que yo mismo, directamente o por otros, podía obtener del P. Módena o del Cardenal dicha licencia; 3.° Que, mientras tanto, él creía más importante alcanzar otra cosa: y es que usted no sea obligado a decir en el prólogo de la edición corregida que hace esta edición por mandato, porque esto lesiona algo las conveniencias. Me aconsejó, por eso, ir al P. Módena. Fui y le dije que, puesto que yo tenía alguna relación indirecta con don Bosco, por medio de un hermano mío, etc., don Bosco me había escrito que debía hacer una segunda edición (sin hacer mención alguna de que yo tuviese comunicación acerca del Dictamen, etc. sino estando solamente al hecho y noticia de la segunda edición) para corregir algunas cosas que le habían hecho notar y que esto lo debía decir en el prólogo. Sin ningún encargo por parte de don Bosco, quien está siempre dispuesto a hacer cuanto de él se quiera, sino por una idea mía, rogaba al P. Módena me dijese cuál era la fórmula menos dura con la que don Bosco debía expresar aquella orden. Me recibió muy bien y me dijo que bastaba decir que... por consejo de personas doctas y de sapientes teólogos había creído oportuno hacer otra edición corrigiendo algunas inexactitudes, señalando que lo hacía movido por aquellos consejos. ((**It8.819**)) Me aseguró por dos veces que esto bastaba. Después añadió: -Yo puedo tratar con usted como con un Procurador de don Bosco: puedo, por tanto, comunicarle también el Dictamen; haga así: venga a verme el viernes y le daré por escrito lo que se desea se corrija... Acepté gustoso. Le mandaré la carta que me dará el P. Módena. Mientras tanto creo hacerle cosa grata comunicándole todo esto... Sobre las aclaraciones hablaremos en otra ocasión. Cierro la carta y me profeso Su seguro servidor J. OREGLIA S. J. (**Es8.695**))
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