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((**Es8.677**) cuatro volúmenes; el cuarto se titulaba El Camino del Paraíso: hablábase en él de hechos y personas como se acostumbra en los libros de este género, y el marqués Napoleón Pepoli y otros creyeron hallar alusiones personales en sus páginas. Se organizó todo un escándalo y la Princesa fue exiliada por un año de la corte de Florencia. Al partir para Turín el ministro Urbano Rattazzi le había recomendado que fuera a visitar el Oratorio: -íVete y estarás contenta! Y don Bosco había sido avisado de la visita. Llegó, pues, al Oratorio acompañada por grandes señores y seguida de un criado. La banda de música estaba a la puerta. Don Bosco salió a su encuentro y la acompañó a visitar el establecimiento. La llevó a la iglesia, en la que, arrodillándose, dijo a la Princesa: -Señora, está reservado el Santísimo. Ella se santiguó, se arrodilló como una buena cristiana, y no se levantó hasta que lo hizo don Bosco. ((**It8.797**)) La Princesa quedó tan admirada de la recepción, de la música, del canto, de los talleres, del número de alumnos, que al volver a casa, envió un telegrama a su marido el ministro: -Vengo del Instituto don Bosco: estoy satisfecha del todo: contenta de haber conocido bien una de las maravillas del siglo XIX. Y Rattazzi le respondía: -Estaba seguro de que serías bien recibida. Estoy satisfecho de que también tú hayas visto con tus ojos esa maravilla: así no me reprenderás más, como hacías siempre, cuando te decía que don Bosco es quizá la maravilla mayor de nuestro siglo. Y escribía una carta dando las gracias a don Bosco. El mismo día en que la princesa Solms visitaba el Oratorio escribía a don Juan Bautista Francesia una santa religiosa de noble cuna, la excelentísima Presidenta de las Oblatas de Santa Francisca Romana de Tor de'Specchi, madre Magdalena Galeffi, que con el perfume de una ingenua virtud, caridad y humildad, parecía ser un humillante contraste con la estudiada urbanidad de la novelista y de la mujer del gran mundo: ...Esté seguro de que me hará cosa muy grata cada vez que tenga el gusto de darme noticias de nuestro don Bosco y de todo lo que se refiere a sus obras. Mi salud es bastante buena; ojalá fuera tal la de don Bosco, que según el caballero de San Stéfano anda algo alicaído. íAh, que Dios nos lo conserve para bien y provecho de todos! Salúdemelo y dígale que no olvide las diversas oraciones o peticiones que le hice de viva voz y por escrito y me encomiende a Jesús Sacramentado. Haga usted lo mismo con quien deja de escribir para acudir a la llamada de la campana al coro. (**Es8.677**))
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