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((**Es8.675**) creía entonces que había que corregirlo. Mas para mayor seguridad escribí al padre Cardella, profesor de Teología en el Colegio Romano, el cual me respondió demostrándome que dicho período era sostenible, aunque inoportuno. Yo ya no dije más; sostuve, como ahora sostengo, la inocencia abstracta y teórica de la proposición, aunque me pareciera que no era ése su lugar ni su tiempo. Después no he oído nada más; y, si algo se dijo e intentó, todo fue secretamente. Envié a don Bosco la carta del padre Cardella de la cual (si lo cree oportuno) puede sacar lo que crea necesario para su norma y defensa; pero no se si rva del nombre del padre Cardella, quien ignora que yo haya comunicado su carta escrita a toda prisa; y podría quejarse justamente de que se dijera su nombre. Deseo que me devuelva la carta. Mas los razonamientos que contiene, si valen y gustan, no encierran derechos de propiedad literaria. Si, además, he de deci r todo lo que pienso, no hace falta que don Bosco ni usted imaginen que la cuestión está peor de lo que está. Como quiera que yo soy muy amigo de don Bosco y de todos sus asuntos por mil razones, y también me sentí inclinado a censurar aquel párrafo a la primera lectura, así es mucho más explicable que muchos otros, sin ninguna mala intención y por puro amor de la verdad o de lo que parece tal, hayan hecho lo mismo. La cuestión pasa después de boca en boca, llega a los indiferentes, a los que no conocen en nada a la persona: y éstos, naturalmente, hablan con más libertad. También quiero imaginar algún posible enemigo, pero no creo que en realidad lo haya, y es mejor creer que no exista, aun cuando lo hubiere, lo que de ningún modo creo. No quisiera que se formasen falsas opiniones sobre lo que aquí se piensa por alguna palabra que Federico pudo oír y escribir. Yo creo poder asegurar que ni este incidente ni cualquier otro, haya dañado en realidad ni disminuido el afecto y veneración que se tenía por don Bosco, por los suyos y por sus obras... Don Bosco aceptaba con reconocimiento las alentadoras palabras de los amigos, aun cuando éstas no pudieran librarle de la persuasión que la realidad de las cosas fuese como otras cartas, ya indicadas, le habían señalado; y respondía al caballero Oreglia: Muy querido caballero Oreglia: He recibido la carta de su hermano, que me ha proporcionado un gran consuelo. Ya le he respondido; y como he tenido que enviarle por correo un paquete un tanto ((**It8.795**)) grueso, haga el favor de ver cuánto ha pagado y le indemnice y dé las más rendidas gracias. Ciertamente durante mi permanencia no he podido satisfacer todas mis obligaciones; en cuanto al caballero Befani, ya he enviado tres veces a don Juan Bautista Francesia para ver si podía encontrarle en algún sitio, pero no lo ha conseguido. He querido reunirme con los señores Fattori y el caballero Pasquali; quería ir a visitarles, pero ellos me han repetido varias veces que, dado el fárrago de asuntos que me envolvían, me dispensaban de todo cuidado de ir a verles, como yo habría deseado. Diga que yo nunca me he jactado de cosas extraordinarias: siempre he dicho que María Auxiliadora ha concedido y concede todavía gracias extraordinarias a los que de algún modo colaboran para la construcción de esta iglesia. Yo siempre he dicho y digo: la limosna se hará una vez obtenida la gracia, no antes. Por lo demás, no es posible contentar a todos aun con la mejor voluntad. Debo (**Es8.675**))
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