Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es8.637**) El que iba encontraba que era verdad y llamaba la atención a los distraídos. A veces no tenía a quien mandar y entonces bajaba él mismo de su cuarto y, atravesando por en medio de los muchachos que rezaban de rodillas, iba derecho a amonestar a los que no rezaban. En otras ocasiones, su modo de hablar y la seguridad con que señalaba el tiempo y el lugar donde sucedía uno u otro desorden, hacía creer que veía las cosas con el espíritu, como si las hubiese visto con los ojos del cuerpo. Cuenta don Antonio Riccardi que, siendo todavía jovencito, fue un sábado por la noche a confesarse con don Bosco, el cual le dijo cuando acabó la confesión: -Sube la escalera del edificio de los aprendices, allí está fulano de tal fumando; llámale y dile que piense en confesarse. Fue: la escalera estaba a obscuras, pero subió. Al llegar a cierto punto comenzó a oler el humo del tabaco. Se detuvo, por miedo a que el aprendiz, buen mozo y fuerte, se enojase al verse pillado en abierta violación del reglamento; y lo llamó por su nombre. Silencio absoluto. Lo llamó de nuevo y nadie respondió. Entonces, aunque a su pesar, subió hasta arriba. Allí estaba el aprendiz, sentado en el suelo sobre el rellano, y seguía fumando. Riccardi le dijo a toda prisa: -Don Bosco te llama para que vayas a confesarte. Echó a correr escaleras abajo, por miedo a que le sacudiera, y se escondió detrás de una pilastra para ((**It8.750**)) observar lo que hacía aquel tipo. No tardó mucho en verle cruzar el patio e ir con seriedad a confesarse. Pero su medio preferido para hacer el bien a las almas de los muchachos era el de prevenir las faltas, avisándoles continuamente, aconsejándoles, diciéndoles una palabra al oído, con cariño totalmente paternal. A un muchacho, que le preguntaba cómo podría adelantar en el camino de la perfección, le respondió: -Obediencia ciega, observancia del reglamento de la casa; dar siempre buenos consejos a los compañeros; hacer cada día un poco de meditación; todo a la mayor gloria de Dios, cuando comas, cuando bebas, cuando juegues, cuando estudies, cuando descanses, etc., y además una S y una T, que quieren decir: háblame sovente (a menudo) de los asuntos de tu alma y dame a conocer todo; esto es: confianza sin límites con el Superior. Y añadía que había que guardar silencio, no tomando parte en (**Es8.637**))
<Anterior: 8. 636><Siguiente: 8. 638>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com