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((**Es8.570**) fama de sus virtudes y de su hermosa y santa Obra, a la que había dedicado su vida, todos los buenos romanos iban a porfía para verle y conocerle. La dicha Princesa se dirigió también a San Pedro ad Vincula, donde moraba don Bosco, para rogarle que fuese a celebrar la santa misa en la capilla de su palacio, dándole a conocer la razón por la que acudía a sus oraciones. Don Bosco prometió ir y, en efecto, el día fijado acudió a celebrar según el deseo de aquella señora. No asistieron a la misa más que los excelentísimos esposos, yo y algún íntimo de la casa. Después de misa hicieron servir a don Bosco el café en una habitación, donde los excelentísimos señores estuvieron con él casi media hora, a puertas cerradas. Al salir de allí, le llevaron hasta la sala en la que yo me encontraba, para acompañarle hasta la puerta. ((**It8.671**)) Cuando estuve a solas con don Bosco le dije: -Soy el secretario de Su Excelencia y sé por qué le han rogado que viniera a celebrar aquí. >>Qué piensa usted del deseo de esta pobre señora? Me respondió enseguida, con amables palabras, y después aseguró con estos precisos términos: -Pues bien, sí; el Señor quiere consolarla. íPobrecita! Le gustaría a ella tener un varón, pero el Señor íquiere darle una hembra! íEs preciso que se resigne y se alegre de tener una niña! Pero ésta será su consuelo. Debo confesar que quedé muy sorprendido con estas palabras, pese a que él las dijo con toda convicción y como inspirado. Nacía mi sorpresa de haber oído anteriormente al médico de la casa, y a otros doctores llamados varias veces a consulta, que la Princesa era estéril, que no podía concebir, y que, si por casualidad eso sucediere, moriría en el parto. En cambio, algún tiempo después, no sólo concibió, sino que dio a luz felizmente, después de dieciocho años de estéril matrimonio, una hija que actualmente vive, sana, robusta y virtuosa, a la que han querido ponerle solamente el nombre de María. Habiendo contado yo todo esto hace unos días a mi amigo don José Ronchail (Director de la casa de don Bosco en Niza) y habiéndome pedido él un certificado, lo hago con mucho gusto, dispuesto a confirmarlo con juramento. Doy fe, etc. Roccabruna (Alpes Marítimos), 20 de enero de 1887 J.B. GRANA, Can. Doctor en sagrada Teología y en ambos Derechos Otra predicción de don Bosco se cumplía por aquel tiempo. El año 1866 hubo alguien que en broma quiso dar a entender a la sobrina de la marquesa Villarios que don Bosco daba pasos para combinar su casamiento con el conde Francisco De Maistre. Todo era pura invención. Pero De Maistre era joven, rico, tenía un nombre ilustre, era oficial de la guardia pontifícia, y la muchacha se dejó calentar los cascos. En vano se esforzaba la tía para disuadirla y, desconsolada, terminó por escribir a don Bosco rogándole enviara unas letras para calmar a la joven. Don Bosco le escribió en estos términos: (**Es8.570**))
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