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((**Es8.565**) Estos y otros tales pensamientos son los que me asaltan con tal vo, mientras escribo y me siento verdaderamente emocionado. íQue Dios nos oiga! ta carta, no estoy seguro, tal vez sea la última que recibáis desde ma, tan difusa, y diría yo, casi histórica; otra os dirá el día fijo en que don Bosco partirá de Roma hacia Turín. Suspiro por ese día. Esta noche me sucedió algo que, al principio, me produjo miedo, pero después alegría. Don Bosco tardó mucho en llegar a casa; no entró hasta después del A ve María. Apenas bajó del carruaje, tres gendarmes pontificios se le echaron encima. Has de saber que junto a nosotros se halla un cuartel de carabineros, para guardar el orden público en estos lugares un tanto apartados de la ciudad. Le agarraron las manos como suelen hacer cuando apresan a los malhechores.Yo no sabía qué hacer. No quería escapar, ni podía gritar. >>Qué sucedía? Uno de los gendarmes sentía fiebre desde hacía ya varios meses, ((**It8.665**)) tanta que le había reducido a un estado que parecía un esqueleto. Al ver la multitud de personas que acudía a recibir la bendición de don Bosco, lleno de fe y con verdaderos deseos de curar, un día se arrojó a sus pies implorando su bendición. Después de los acostumbrados recuerdos, le bendijo. Desde entonces la fiebre no le había molestado más y por eso esa noche acudía a darle las gracias y a meter tanto miedo a su pobre secretario. ílmagina la alegría del pobre hombre! Se hallaba a punto de pedir su licencia absoluta, estaba seco como un esqueleto, y ahora se encuentra bien, con una cara de pascuas que da envidia. Monseñor Berardi, arzobispo de Nicea, subsecretario de Estado, estaba tan débil de mente y de estómago, que los médicos le habían aconsejado retirarse de los asuntos y llevar una vida más tranquila. Esto no le gustaba a él, que tiene por delante un porvenir espléndido. Cuando don Bosco fue a visitarle, quiso recibir su bendición y su medalla. Don Bosco obedeció; y ahora este eximio Prelado está mejor y libre de los males que le afligían, y cuenta por todas partes el hecho singular. Si él tuviese cien medallas bendecidas por don Bosco, sabría dónde colocarlas, pues son muchos los enfermos que conoce y que desean curarse. Una muchacha, que había sido colocada en un centro de educación, no quería seguir allí. Su afligida madre, que no sabía dónde ponerla de nuevo, la hizo bendecir desde lejos por don Bosco. Se fijó un mes de oraciones y, el 28 del mes, la muchacha escribió a su madre totalmente cambiada y diciendo que había conocido ser voluntad de Dios que permaneciese en aquella institución. íY pensar que antes prefería morir ahogada! íEl poder de la oración! Don Bosco me recomienda decir a don Juan Cagliero que: VISTA su habilidad para la música, VISTA la perfección de este arte en Roma: SE DETERMINA: Artículo único.-En la primera ocasión en que alguno del Oratorio, venga a Roma, si son dos, uno de ellos será don Juan Cagliero; y si es uno sólo, también será don Juan Cagliero. Me encarga también don Bosco decir (y me corrijo de cuanto he dicho al principio) que escribirá a los muchachos y que su carta seguirá a ésta mía. Os la anuncio; recibidla como algo querido y precioso; es de su puño y letra. Una carta suya es anhelada aquí en Roma como el oro y besada como una reliquia. Te deseo toda suerte de felicidad. Al saludar a los muchachos diles que hablé de ellos particularmente al Santo Padre, el cual agradeció con suma bondad mis palabras; que pronto estaré entre ellos para convencerme de que es verdad todo lo bueno (**Es8.565**))
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