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((**Es8.552**) deseado fuese verdad. Anunciaba que el Conde había curado. íOjalá fuese verdad! Otros periódicos se interesaron por don Bosco y era necesario oír a los críticos después del predicador. Pero don Bosco, en vez de perder, siempre gana con estas críticas. Todos le admiran y le llaman santo, por su sencillez y su amabilidad. Dos pobres hombres, que no querían saber nada de religión, le oyeron hablar una vez, se convencieron, y esta noche vendrán aquí a confesarse. Si tuviese tiempo, yo creo que toda Roma lo tomaría por confesor. Hombres barbudos, mucho más que el Caballero, y con cara más revolucionaria, se entregan a don Bosco con la misma facilidad con que lo hacen nuestros muchachos. Sus palabras tienen entonces algo de extraordinario, porque, a personas nunca vistas y desconocidas les dice lo más recóndito de su alma y que ellas procuran esconder a toda costa; pero no ((**It8.651**)) a los ojos de Aquel que todo lo ve. En cuanto llegue a casa, tendré muchas cosas bonitas que contar. Adonde va don Bosco a celebrar la santa misa es como una inundación: siempre gente nueva; los antiguos conocidos desaparecieron. La Vitelleschi, la Villarios, etc. perdieron ya la esperanza de tenerlo en su casa alguna vez. Y, a pesar de este aparente olvido en el que parece que don Bosco tenga a estas buenas personas, ellas le admiran mucho, le compadecen y tratan de ayudarle por todos los medios. Gozan con sus triunfos como de algo propio. Todavía no se sabe el día de la partida, pero se espera que sea antes de acabar febrero. Creo que, si don Juan Cagliero nos enviase algunas de sus obras musicales, se crearía un poco de fama. Yo empiezo a difundir su nombre, pero no basta: se requieren las obras. Que mande el Spazzacamino (el deshollinador) y el Orfanello (el huerfaníto) etc. Que se oiga también aquí la música del Oratorio. Sé que un día de éstos se interpreta en un Colegio Romano el Spazzacamino: bonita ocasión para venderlo. Si yo supiera el lugar, yo mismo iría, seguro de ser bien recibido: pues, como secretario de don Bosco, tengo todas las puertas abiertas. Saluda de mi parte a los muchachos, diles que estoy siempre con ellos, que tengo aquí muchos amigos, pero que no me bastan. Este descanso agradable, a la par que doloroso, espero que a mi vuelta me dará alientos para redoblar mi trabajo. El viernes (8 de febrero) quizá mientras leáis la presente, estaremos en la Camáldula, lugar amenísimo, sobre los collados de los Apeninos. Desde allí buscaremos Turín y os enviaremos a ti y a todos los muchachos delicados y afectuosos saludos. Adiós. Todo tuyo en J.C. y M. afmo. amigo J. B. FRANCESIA, Pbro. P.S.-Se ha difundido por toda Roma, se lee con avidez y es alabado el Centenario de San Pedro: se augura que para el mes de junio tendrá una gran venta. El día 5, estuvimos a comer en casa de los condes Antonelli Falchi. Son ahora las dos de la tarde y don Bosco todavía no ha llegado para comer. El 22 de enero hizo mención del Centenario de San Pedro la Unidad Católica, que tenía muchísimos suscriptores en las regiones del sur de Italia, anunciando también su precio de cuarenta céntimos: <(**Es8.552**))
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