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((**Es8.545**) pero no pudo ser. Es más, no pudo tomar parte como actor, ni como espectador.Empezó por ir a celebrar la misa a la iglesia de san Francisco de Asís cercana al palacio Vitelleschi donde le esperaban las turbas. Allí le dejé yo para ir al Vaticano. No quería perder por tercera o cuarta vez la ocasión de ver pontificar al Santo Padre. Pero supe que el recibimiento que hicieron a don Bosco fue muy hermoso y devoto. A las once quedó libre y pensó entonces ir a casa de monseñor De Merode, donde teníamos que comer; subió al coche y >>sabe adónde le llevaron? A la villa Pamfili, para visitar a unos enfermos. Protesté contra aquella coacción, pero las protestas son mercancía desconocida. Tuve que esperarlo más de una hora después de las doce, paseando junto a San Pedro. >>Qué quiere usted? Todos van a porfía para tenerlo consigo y cuando uno lo consigue se hace el amo y no piensa más que en sí mismo, dejando que don Bosco satisfaga como pueda sus asuntos y promesas. Todos le quieren. Su conversación es muy apreciada. ((**It8.642**)) Como ya le dije en otras cartas, mándeme boletos, solamente boletos. Mande con el primer correo cuantos pueda. íNo sabe cómo los desean! Hay que contentarles. Los muchachos piden recibir cartas de don Bosco, pero no es posible que pueda contestarlas; a las diez de la noche y, casi siempre, hasta las doce y más, está leyéndolas. Lamenta no poder satisfacer su justa demanda y pide indulgencia. Muchos saludos y ruegue por su afectísimo Hermano en Cristo FRANCESIA, Pbro. N.B. -Quería decirle que ayer, en San Pedro ad Vincula hubo fuegos artificiales muy hermosos, pero me falta espacio. A esta carta seguía otra: 4 de febrero de 1867 Muy querido Durando: Leo con mucho gusto lo que me escribes de ésa; ya te habrán presentado de mi parte mi agradecimiento, ahora lo hago yo mismo. Al hablar a nuestros muchachos, por la noche, no dejes de saludarles muy mucho en mi nombre. Diles que les veo a través de muchos otros jovencitos que me rodean aquí en Roma. Pero que, a pesar de las comodidades, y de que somos tratados como príncipes, yo pienso continuamente en el Oratorio. Nuestras cosas marchan siempre bien. En estos días don Bosco ha urdido, y está urdiendo, una treta contra el canónigo Gastaldi, nuestro respetable maestro de moral. Cuando vayas a clase podrás comunicárselo, y si pregunta de qué treta se habla, le dirás que, por ahora, no se puede manifestar. Silencio y misterio. No debería ser tan puntilloso con él, pero por esta vez quiero echármelas de importante, como nosotros decimos. Salúdale de mi parte; y tu escríbeme a menudo. Saluda a nuestros queridos profesores y díles que les recuerdo donde quiera que voy; y que, si en alguna ocasión no les manifiesto todo mi aprecio y estima, es porque (**Es8.545**))
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