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((**Es8.526**) Roma, empezando por el Santo Padre, para el que, según me decía ayer tarde, tiene entrada libre a cualquier hora, sin hacer antesala. Son favores que no se conceden con facilidad y don Bosco debe estar muy contento de ello... Don Juan Francesia seguía escribiendo acerca de estas visitas. He aquí su carta dirigida a don Miguel Rúa, a la que añadimos nosotros las fechas entre paréntesis, para mayor claridad: Mi queridísimo Miguel: A pesar de su buena voluntad, don Bosco no ha podido todavía responder, como quería, a todos los que desde ésa le han escrito manifestándole sus penas y sus buenos deseos de que todo salga bien. Si yo dijera que no tiene tiempo ni para comer, no se me creería y, sin embargo, no diría más que la verdad. Precisamente por esta continua y abrumadora ocupación, hace unos días que no anda muy bien. Todos acuden a él por sus enfermedades del cuerpo y del alma. Suerte que don Bosco ruega y me hace rogar ((**It8.619**)) para que no suceda nada de extraordinario; por lo demás temo no llevarlo sano y salvo a Turín. Desde que hemos llegado aquí a Roma, no ha hecho más que llover. íY de qué modo! También ha nevado un poquito. Las calles están llenas de barro y es pesado caminar por ellas. Estos días sostiene don Bosco íntima relación con el príncipe Torlonia. íPobre rico! íDa lástima! íTantas riquezas y tan desdichado! Quiera Dios que don Bosco pueda hacer conocer a este señor sus necesidades y obtener alguna ayuda. Cien mil liras son para él como cien mil céntimos para nosotros (regalados claro está). Seguramente sabrás, mejor que yo, que este Príncipe, fabulosamente rico, tiene una familia desgraciada. Si con la entrada de don Bosco nos viniese alguna bendición, íqué fortuna sería! Pero tocaría al mismo don Bosco desistir del antiguo propósito de no querer pedir a Dios con insistencia nada temporal. Se esparció la voz de que don Bosco conduciría a Turín a todos los muchachos que lo desearan. íY qué de peticiones! Hasta los padres jesuitas están encantados con la santidad de don Bosco. Yo creo que su milagro más grande es el de no haber hecho nada extraordinario, y ser tan honrado. Su mirada es interpretada como en Turín. Cuántos pensamientos después de una ojeada suya, que no fue demasiado benigna, o seria, o solamente indiferente. He visto lágrimas en los ojos de una señora después de mirarla un tanto misteriosamente: -íPobre de mí!, exclamó, he visto que necesito ajustar las cuentas de mi alma. Y tal vez era así, porque enseguida fue a arreglarlas. El otro día (22) estuvimos en el Seminario de San Pedro y una pobre chiquilla, que apenas se sostenía con sus muletas, se acercó gritando: -Me han dicho que aquí hay un santo, que me puede curar. íQue me cure, por amor de Dios! Y íesto sin que haya sucedido ningún acto público y grave para dar a conocer a don Bosco como taumaturgo! De la mañana a la noche es un continuo ir y venir a nuestra habitación: el viernes (**Es8.526**))
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