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((**Es8.522**) >>íPero qué parsimonia la suya, qué discreción, qué modestia en su palabra y en su mirada! >>Don Bosco me trató siempre con especial benevolencia, sin más motivo, a mi saber, que el de conocer lo mucho que había sufrido por mí el angelical Pío IX, a quien él veneraba y amaba tiernamente como a especial protector de su querida Obra. >>Después de la santa misa siempre me dirigía una afectuosa palabra y me regaló una medalla de María Auxiliadora, invitándome a que fuera a Turín para visitarlo honrándome con especiales confidencias. ((**It8.614**)) >>Una vez me llamó aparte y me rogó que le escribiese a Turín, porque quería manifestarme un secreto. >>En su respuesta a la carta, que no tardé en escribirle, me decía poco más o menos: >>-Muy querido don Pío: (éste es mi nombre de religión, en lugar del nombre semítico Edgardo). Os he de manifestar algo que, por ahora, os ruego guardéis en secreto. Al volver a la sacristía después de misa, vi ondear sobre vuestra frente una nube oscura. Cuando bajabais la frente parecíais sereno y sonriente. Pero, al levantarla, aquella nube oscura cubría vuestro rostro, que yo dejaba de ver. Sobre aquella nube dos ángeles sostenían una corona de encendidas rosas. Hijo mío, sed humilde y todo irá bien. El orgullo, figurado por la oscura nube, sería vuestra ruina. íQué hermosa corona os dará el Señor si perseveráis! Sed siempre fiel. >>Debo decir, en honor a la verdad, que esta secreta comunicación corresponde perfectamente a mi estado interior, a mi carácter y mi temperamento, y también al desarrollo de mi modesta existencia. íCuántas veces he sentido y comprendido en medio de mis luchas internas y externas, en las más amargas pruebas, que la humilde sujeción a la adorable voluntad de Dios, era para mí un sostén y un alivio que esparcía el resplandor de una paz celestial sobre mi alma, mientras que la impaciencia no habría hecho más que llenarla de tinieblas! íCuántas veces, oprimido por la amargura, privado de todo consuelo humano, levanté la mirada a Aquél que nos alentó diciendo: Merces vestra magna est in coelo (Vuestra recompensa será grande en el cielo) y descubrí la hermosa corona de rosas que el Señor me dará, como espero, si adjuvante ejus gratia (ayudado por su gracia), soy fiel usque ad mortem (hasta la muerte). >>Por mi parte creo que esta revelación de don Bosco podría colocarse sobre la cabecera de su vida: ``Discernimiento de los Espíritus...''>>. (**Es8.522**))
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