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((**Es8.510**) Providencia le prepara un precioso ramillete de rosas escogidas, mas para tomarlas es necesario que apriete las muchas espinas que esconden. Pronto sabrá todo; no puedo escribir más>>. En este momento tenía el Marqués que apretar las espinas entre sus manos. No quería dimitir de su cargo, pues sabía que sería puesto inmediatamente en su lugar, por intrigas apasionadas, un hipócrita malvado, enemigo del Papado. El estaba resuelto a sufrir cualquier daño y ofensa ((**It8.599**)) por el Pontífice; pero no quería permanecer en su puesto teniendo en contra al Papa. Don Bosco lo tranquilizó diciéndole que él mismo iría a hablar de ello con Pío IX. Efectivamente, al atardecer fue al Vaticano, prometiendo que volvería para cenar con el Marqués y trayéndole una respuesta. La hora de la cena era a las siete. Don Bosco fue a la audiencia hacia las cinco, y a las siete aún no había vuelto. A las siete y media estaba el Marqués para sentarse a la mesa, cuando apareció don Bosco con cara sonriente. Ordenó el Marqués a los criados que se retiraran y, sólo con la familia, preguntó enseguida: -Y bien, >>qué ha dicho el Papa? -El Papa, respondió don Bosco, demostró un gran afecto para usted y me dijo: <> ->>Dijo querido? >>Dijo querido?, preguntó ansioso. -Por dos veces ha repetido esta frase. -íBasta, basta! No quiero oír nada más. íHa dicho mi querido Marqués! íNo necesito más! íQue me apuñalen los francmasones, nada me importa, ahora que el Papa me ha llamado querido! Don Juan Bautista Francesia estaba presente a este diálogo. El Senador demostró su gran amor por el Sumo Pontífice gobernando Roma hasta 1870, especialmente durante las revueltas de otoño de este mismo año 1867. (**Es8.510**))
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