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((**Es8.495**) subvención encontrará preparada la correspondiente orden en la secretaría de este Seminario. Si no tengo la suerte de verle antes de partir, le auguro un feliz viaje, acompañado de toda clase de bendiciones, y me profeso Su seguro servidor Can. AL. VOGLIOTTI, Rector El 6 de enero hubo en el Oratorio una hermosa función, que la Unidad Católica describía así el día 8. TRES HIJOS DE MARIA El día de la Epifanía, por la mañana, fueron bautizados en el Oratorio de San Francisco de Sales tres muchachos americanos, hermanos, que pertenecían a la religión anglicana. Proceden de Nueva York; su padre ocupó un alto puesto en esta secta, razón por la que callamos su nombre. Murió obstinado en el error dejando en la triste miseria a tres hijos. Don Bosco, movido a compasión por su estado, los admitió en su Oratorio, y, después de haberles instruido convenientemente, cedió gustoso a su deseo de ser bautizados, condicionalmente, y admitidos en el seno de la Iglesia Católica. El excelentísimo señor Obispo de Balma ofició la ceremonia y les dirigió unas breves, pero elocuentes palabras de ocasión. El conde Luis Giriodi se dignó apadrinarlos. Se les impusieron los nombres de: Luis al primero, José al segundo y Juan al tercero; mas, por la particular devoción que ya tenían a la Santísima Virgen, los tres quisieron llevar también el nombre de María. Ese es el motivo por el que los hemos llamado hijos de María. Si todos los numerosos muchachos internados en este Oratorio pueden llamarse hijos de María, por la especial devoción que tienen a ésta ((**It8.581**)) con mucha más razón habrá que dar ese nombre a estos afortunados neófitos, que de modo tan extraordinario fueron llamados por Ella a participar de los tesoros de la Iglesia Católica. Quiera Dios que sean siempre hijos dignos de tan gran Madre. Por aquellos mismos días daba don Bosco una respuesta con aires de profecía al chiquito Agustín Parigi, de once años. Su madre le había encargado que preguntase al Siervo de Dios si el canónigo Cottolengo, fundador de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, sería beatificado. El niño no entendía entonces lo que preguntaba, pero don Bosco le respondió con toda sencillez: -Di a tu madre que sí: el Cottolengo será beatificado, pero ni ella ni yo lo veremos en los altares: ítú lo verás! La buena mamá moría en el 1870. Agustín llegó a ser sacerdote y fue nombrado vice-párroco en Giaveno. En 1892 cayó enfermo de erisipela y, después de dos semanas de cama, quedó tan desfigurado, por la hinchazón de la cara y de la cabeza, que el médico le dio por deshauciado, le llegó a visitar seis (**Es8.495**))
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