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((**Es8.455**) >>De qué hablaron los dos personajes y qué sucedió después? Nosotros mismos oímos la relación que don Bosco hizo confidencialmente, al llegar a Turín, al canónigo del Cabildo Metropolitano, Estanislao Gazzelli de Rossana. Don Bosco fue, pues, al palacio Pitti, donde el Ministro le esperaba. Apenas le anunciaron, salió Ricasoli presurosamente a su encuentro, pero el Venerable paróse en medio de la sala y, antes de sentarse, declaró: ((**It8.534**)) -íExcelencia! íSepa que don Bosco es sacerdote en el altar, sacerdote en el confesonario y sacerdote en medio de sus muchachos; sacerdote en Turín y sacerdote en Florencia; sacerdote en casa del pobre y sacerdote en el palacio del Rey y de sus Ministros! Ricasoli le respondió cortésmente que estuviese tranquilo; que nadie pensaba hacerle proposiciones contrarias a sus convicciones. A continuación, ambos se sentaron y entraron en materia. Don Bosco, con tal de hacer el bien, no rehusó cooperar al buen éxito de la misión de Tonello, de modo que, a título privado, se acordó que escribiría o hablaría con personajes eminentes, que tenían con él alguna relación. Pero comenzó por manifestar también cómo el Gobierno, en atención a la Convención Italo-Francesa, estaba interesado en no oponerse de ningún modo a los nombramientos que hiciese el Papa, porque, de lo contrario, era lo mismo que declarar la Convención como un tratado falso, y la oposición resultaba un acto de hostilidad. El Ministro convino en ello y, mientras mostraba prisas para conocer las opiniones de don Bosco, fue llamado a una reunión del Consejo de Ministros, presidida por el Rey en persona, para tratar este asunto. Don Bosco se quedó sólo en la sala por más de una hora. Finalmente volvió Ricasoli y, con la elegancia de que sabe hacer gala un diplomático, dio a entender a don Bosco que el Consejo de Ministros no tenía nada en contra sobre la elección de los Obispos, pero que, antes, convenía tratar con la Santa Sede sobre la circunscripción de las diócesis, incorporando poco a poco, y en formas a establecer, algunas muy pequeñas a las más grandes; es decir, aboliendo los obispados de escasa importancia. Don Bosco respondió que ni siquiera indirectamente se habría comprometido nunca a tratar con semejante condición; porque él no podía encargarse de ningún modo de hacer proposiciones a la Cabeza de la Iglesia; y que no le tocaba ((**It8.535**)) a él aconsejar al Santo Padre; y le recomendaba desistir de aquella determinación. De cara (**Es8.455**))
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