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((**Es8.453**) Diputado por algún tiempo, y después Senador. Desde la cátedra y en los tratados publicados en torno al Derecho Canónico, había propugnado, aunque con formas muy moderadas, los principios regalistas tradicionalmente enseñados en Piamonte. Tenía buenas disposiciones. El 6 de diciembre Tonello aceptó ir a Roma para reanudar las negociaciones. Las instrucciones de Ricasoli, presidente del Consejo de Ministros, y de Borgatti, Ministro de Gracia y Justicia, eran: no hay que hacer propuestas, sino aceptar o rechazar las que presentaren; en cuanto a las mesas episcopales debía atenerse a las leyes promulgadas: lo mismo en la ejecución de éstas, en lo tocante a los bienes de las órdenes religiosas y de las instituciones eclesiásticas; el Gobierno quiere el derecho de presentación a la Santa Sede de los candidatos al episcopado para todas las diócesis del reino. El magnánimo Pío IX estudiaba la manera de proveer de obispos las sedes vacantes en Italia, pero no había mostrado deseo de estas negociaciones, que podían esconder alguna trampa y acabar como las iniciadas por medio del comendador Vegezzi. >>Acaso no se seguía ofendiendo atrozmente a la Iglesia en la persona de sus obispos, de sus religiosos, de sus bienes temporales, de sus derechos y de sus leyes? Por otra parte, no había sido oficialmente advertido y no se quería que lo fuese. Por tanto, hacía falta que el Gobierno encontrase un intermediario oficioso entre Su Santidad y el encargado por el Ministerio, y ((**It8.532**)) se pensó en don Bosco, como apto para aquel fin. No se habían olvidado de las indicaciones y los avisos que él dio al ministro Lanza, el año anterior, se conocía cuánto se le apreciaba en Roma y lo mucho que le quería el Pontífice. Era cosa sabida que don Bosco estaba siempre con el Papa y totalmente por el Papa; estaban persuadidos, además, de que no era un hombre de oposición sistemática o de partido, sino un hombre que, si bien condenaba los principios que informaban ciertas leyes, alababa la intención de otras, cuando éstas eran laudables, aunque no omitía, en el caso, las debidas reservas, mas siempre sin acrimonia. Ciertamente don Bosco se mostraba siempre respetuoso, servicial, deferente en sus justos límites, con táctica eficaz e iluminada en obras y palabras, con toda suerte de personas, lo mismo amigas que enemigas. Hasta cuando debía dar una desaprobación a quien se la merecía, sabía templarla con una alabanza, practicando aquella regla de los santos: Entrar con la ajena para salirse con la suya. Entrar con la ajena, esto es, reconociendo los méritos que les adornan, porque (**Es8.453**))
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