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((**Es8.383**) 2.° Hacer ver a los subordinados (principalmente al principio del año) ((**It8.446**)) que lo único que nos mueve es el bien de su alma. Y esto en la clase, en el comedor, al corregir, al premiar y siempre. 3.° Estudiar el carácter de cada uno y mejorarlo; no chocar nunca, condescender siempre; edificar, no destruir. El Superior debe tener tres cualidades especiales: 1.° Prontitud para perdonar. 2.° Lentitud para castigar. 3.° Rapidez para olvidar. -Cuando falte el consejo en algo difícil, encomendarse durante la elevación de la hostia en la santa misa al poder y al amor de Jesús Sacramentado. -No dar preferencias, no tener en cuenta antipatías. -Para mandar, hay que saber obedecer. -Procurar siempre disminuir la malquerencia y aumentar la benevolencia. Los Salesianos pasaron aquellos días con gran alegría y volvieron satisfechos a sus casas. El Señor había concedido a don Bosco un gran consuelo, y al mismo tiempo permitía que también esta iniciativa quedara, como todas las obras de su gloria, señalada con la cruz. El Venerable había predicado sobre el voto de obediencia y las obligaciones que impone bajo pena de pecado, más o menos grave, aun en virtud del cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Al oírle, un hermano sacerdote quiso persuadirse de la nulidad de sus votos trienales porque, cuando los había emitido, creía obligarse solamente en el caso de que el Superior le mandase con la fórmula en virtud de santa obediencia. Después del sermón, resuelto a salir de la Pía Sociedad, empezó a decir a los compañeros que no se creía obligado a los votos hechos, con lo cual suscitó un alboroto. Empezaron todos a contradecirle, porque don Bosco, durante muchos años y en muchas conferencias, había explicado claramente la naturaleza de los votos. Enterado de ello don Bosco, en el sermón siguiente, con toda dulzura y prudencia, y sin nombrarlo, le corrigió como a un peligroso perturbador; pero el incauto, que por otra parte era muy versado en teología y había sido beneficiado por don Bosco de mil modos durante diez años, al terminar los ejercicios, ((**It8.447**)) volvía al Oratorio y, poco más tarde, lo dejaba para siempre con modos vulgares. Hubo también dos clérigos que, decididos a buscarse un estado más cómodo, lo abandonaron por aquellos mismos días. Porque estaban dotados de buen talento, don Bosco les había hecho matricularse en la Universidad, en la facultad de Filosofía y Letras, y para que atendieran a estos estudios había tenido que apechar con (**Es8.383**))
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