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((**Es8.381**) de ejercicios se convirtieron en seis y ocho; acompañados de ese silencio y esa seriedad, aun en los recreos, que, al multiplicarse el número de los ejercitantes, resultan indispensables para sacar plenamente el fruto que el alma necesita, para revestirse de esa armadura de fe, que presta valor y defiende de los asaltos del enemigo. Pero, a decir verdad, no era necesaria la maduración de este fruto y ya estaban revestidos de esta armadura, antes de que la práctica de estos ejercicios se organizara regularmente. De acuerdo con el sistema educativo de don Bosco, las verdades eternas estaban continuamente ante los ojos de los alumnos del Oratorio, que todos los meses practicaban ((**It8.444**)) el ejercicio de la buena muerte. Sin olvidar las pláticas de la noche del Siervo de Dios. Predicaba todos los domingos con tanta unción y naturalidad, que sus sermones, aunque largos, siempre parecían cortos. Oímos decir a hermanos y a alumnos que se hubieran pasado contentos todo el día en la iglesia escuchándole. Cuando hablaba de la muerte, del juicio particular, de la ingratitud de los hombres con el Señor, o de los aplazamientos para entregarse a Dios, lloraba y hacía llorar a los demás; en algunas ocasiones llegó a tal extremo su emoción que hubo de cortar el discurso, impedido por los sollozos. Por eso, precisamente, todos querían confesarse con él. Don Bosco tenía esa misma santa unción hasta al hablar en sus conversaciones familiares, y especialmente cuando, de la mañana a la noche, daba avisos a sus discípulos, recordándoles el paraíso a cada paso. Atestiguaba don Miguel Rúa: <>Cuando se le presentaba una dificultad que había que superar o una situación que resultaba antipática, decía: -Esto no existe en el Paraíso. >>Si se recordaban las vacaciones otoñales, respondía: -Nosotros haremos las vacaciones en el Paraíso. >>Cuando volvía cansado de la ciudad, adonde había ido a limosnear, invitábale el secretario a descansar un rato antes de sentarse al escritorio o de ir a confesar, y él replicaba: -Descansaré en el Paraíso. >>Tras una larga discusión concluía: -En el Paraíso no habrá ninguna disputa. Todos pensaremos igual. (**Es8.381**))
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