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((**Es8.316**) al menos en parte. La he leído a nuestros queridos muchachos, quienes tuvieron una gran satisfacción y le envían sus afectuosas expresiones de estima y aprecio. Me enviaron de Roma la cartita que le adjunto para su norma y para dar gracias, cuando haya lugar, al Cardenal Riario. No sé si la Marquesa Patrizi es la misma a quien ya escribí unas letras; si no lo es, y como quiera que sea, le remito esta cartita en la que digo que su piadosa intención será debidamente atendida. Diga a la condesa Calderari que, si le escribiese más largo sobre el tema que ella me había indicado, le ocasionaría angustia. Que tenga la bondad de releer mi carta, que esté tranquila y deje todo a mi cuidado. Le sorprende a usted, señor Caballero, la bondad y cortesía de S. E. el marqués Cavalletti, Senador de Roma. No es ninguna novedad para mí. Ya durante mi estancia en Roma, el llorado cardenal Marini me habló muchas veces de la religiosidad, caridad y celo de esta ilustre familia. Si tiene ocasión de verlo de nuevo, preséntele los respetos de mi gran veneración; en el pasado rogaba por él en general, en adelante rogaré y haré rogar expresamente por él y su familia. Dígale que la divina Providencia le prepara un hermoso ramo de rosas escogidas, mas para sujetarlas es preciso que apriete las muchas espinas que esconden. Dentro de poco lo sabrá todo. Ahora no puedo decir más. Me encomiendo a sus devotas oraciones y las de su familia, y el domingo pediré a los muchachos que hagan la comunión según sus santas intenciones. Creo que usted no sabe todavía la novedad acerca de la iglesia. Los cuarenta albañiles que trabajaban han sido reducidos a ocho, por falta de medios. Es éste un momento muy triste para nosotros, por la imposibilidad en que se encuentran nuestros habituales bienhechores. Esperemos que el buen Dios envíe cuanto antes la paz a los pueblos cristianos y que los súbditos puedan unirse en derredor de su soberano para dedicarse todos, con ánimo más tranquilo, a la salvación del alma. Anteayer, viernes, María Auxiliadora ha obtenido una buena colecta. Una señora, que hacía un año sufría de gota, y no podía dar un paso por su pie, se encomendó a la celeste Bienhechora e hizo una oración con toda su familia en honor del Santísimo Sacramento del altar. íQué más podía desear! íDios es bueno! íDios es ((**It8.367**)) grande! Terminábanse las oraciones y la bendición, cuando la señora dejó las muletas, quedóse en pie y, con maravilla de todos, se echó a andar con soltura. Ayer fue a cumplir con sus devociones a Nuestra Señora de la Consolación, y después vino a hacer una valiosa limosna para la iglesia, que llegó muy oportuna para pagar al maestro de obras, que esperaba dinero. íBendita sea siempre la Madre del Salvador! Todos deseamos vivamente su retorno, pero quédese en Roma hasta que haya satisfecho su devoción y resuelto los asuntos que le conciernen. Tenga la bondad de saludar de mi parte a Monseñor, su hermano, al padre Oreglia, padre Brunengo, padre Fantoni, a la familia Vitelleschi y a nuestra bienhechora la marquesa Villarios con su familia. Extienda estos saludos a monseñor Manacorda y a quienes usted crea oportuno. La gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea siempre con nosotros. Amén. Créame siempre Turín, 21 de mayo de 1866. Su afectísimo amigo en Cristo JUAN BOSCO, Pbro. (**Es8.316**))
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