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((**Es8.311**) -Es un obispo; estando él con nosotros, tendremos también con nosotros al Señor: no hay que temer. Y fue enseguida a saludarle y rendirle agasajos; le agradeció el honor que les hacía, y se excusó de no poder atenderle como se merecía. El ilustre desterrado lo interrumpió diciendo: -Usted, don Bosco, recibe a los pobres y abandonados; >>quién más abandonado que yo: Considéreme como un pobre huérfano. íBasta que me dé asilo como a uno de ellos! Cuando se supo en el Oratorio quién era el Obispo que habían visto en la iglesia y por los patios, y el motivo por el que se había quedado, fue una gran fiesta para todos. <>, dijo don Bosco por la noche. Los muchachos se retiraron gritando bajo las ventanas de Monseñor: í Viva el Obispo de Guastalla! No eran muchas las comodidades del Oratorio; pero el bueno y santo exiliado se conformó con una pequeña habitación donde dormía y una salita donde recibía visitas y se le preparaba la mesa. Don Bosco quiso que se organizase cocina aparte para él. Monseñor se apresuró a escribir una carta pastoral a sus amados diocesanos manifestando su dolor por haber sido obligado a partir sin poder despedirse y a vivir lejos de sus hijos: les auguraba la verdadera paz que sólo se encuentra en la gracia de Dios; les exhortaba a no prestar oídos a los maestros de herejía, llegados para esconderse en su viña y devastarla; les recomendaba las buenas obras y la frecuencia de los Sacramentos; y prometía que rogaría por ellos todos los días en la santa misa y por los que tal vez le odiaban sin ((**It8.362**)) saber por qué, dispuesto a abrazar a todos con el mismo afecto. La carta estaba fechada: En Turín, desde el Oratorio de San Francisco de Sales, día de san Gregorio VII (25 de mayo), y llevaba también la firma del Pro-Secretario: Juan Cagliero, Pbro. Don Bosco la hizo imprimir en la imprenta de casa y la expidió a la Curia de Guastalla. Durante seis meses edificó Monseñor a todos con su conducta. Se prestaba para confesar a cualquiera que le pidiese esta caridad; pero lo que maravilló a los muchachos fue verlo cada ocho días ir a la sacristía y confesarse con don Bosco, después de esperar turno de rodillas sobre el desnudo pavimento y en fila con los alumnos. La primera vez que vieron a aquel venerando Pastor, más digno de veneración por las persecuciones que tan resignadamente sufría, entrar en la sacristía con este fin, todos a una se levantaron respetuosamente (**Es8.311**))
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