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((**Es8.309**) Y no era solamente en la región de Nápoles donde se estilaban estos rigores con las personas de iglesia, sino también en otras partes del reino. Monseñor Cantimorri, obispo de Parma, fue confinado en Cúneo. En Milán fue encarcelado monseñor Pertusati, Provicario, y con él y en pocos días muchos sacerdotes. En Bolonia, en un solo día, se practicaron hasta cuarenta registros domiciliarios y, aunque no se descubrió la menor sombra de culpabilidad, párrocos, abogados y periodistas católicos fueron encarcelados. Dio pábulo a los delatores, hombres llenos de resentimiento sectario, una circular enviada a los Gobernadores civiles por el ministro de Gobernación, Ricasoli, Presidente del Consejo, elevado al poder el 20 de junio. Dicha circular fue publicada en la Gaceta Oficial el día 26. ((**It8.359**)) En ella se recomendaba ejercer con todo rigor los derechos que la ley concedía con el fin de prevenir los atentados y asechanzas extranjeras a la perversidad doméstica que pudiera maquinar con daño para la patria. Muy pronto varios obispos más del reino de Nápoles, de las Marcas, de la Romaña y de Lombardía vieron violado sacrílegamente su domicilio, registrados sus documentos, revuelto todo lo suyo con molestas inquisiciones; y finalmente fueron confinados lejos de sus diócesis, sin que se hubiese podido encontrar nada que diera motivo para la acusación fiscal. Casi todos los días se leía en los periódicos una lista de diez, quince y hasta treinta párrocos, religiosos, simples sacerdotes o seglares, y también personajes de familias distinguidas que, denunciados por la Comisión de vigilancia, estaban condenados sin juicio alguno, a domicilio forzoso. No eran reos de maquinaciones políticas, sino de no mirar más que a Dios y de sostener los derechos de las conciencias católicas. El Venerable tuvo la suerte de poder ayudar y aliviar a una de las primeras nobles víctimas de la indigna persecución. Monseñor Pedro Rota, obispo de Guastalla, se había retirado a la casa rectoral de la parroquia del arrabal de San Roque, cuando he aquí que el 13 de mayo, a las tres de la tarde, se presentaron el Delegado de Seguridad Pública y el Teniente de la Guardia de la ciudad con un escuadrón de caballería, y la orden perentoria de ejecutar la requisa de la correspondencia epistolar de Monseñor e intimarle la inmediata salida hacia una de las pocas ciudades que le proponían. El buen Prelado recibió con imperturbable serenidad la nueva tribulación, pero envió telegráficamente la siguiente protesta al Gobierno Civil de Reggio. (**Es8.309**))
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