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((**Es8.202**) curso 1865-66, sacamos la estadística del personal educador, del personal docente y de los alumnos inscritos en el bachillerato: 5.° curso: profesor Celestino Durando, sacerdote, con setenta alumnos; 4.°, profesor Juan Bautista Francesia, sacerdote, con treinta alumnos; 3.°, profesor Juan Tamagnone, con noventa alumnos; 2.°, profesor Miguel Rúa, sacerdote, con cuarenta alumnos; 1.°, Francisco Dalmazzo, con noventa alumnos. Don Bosco anotó además los profesores suplentes y los de materias accesorias, y añadió esta observación: <>. A fines de octubre se hizo la admisión de nuevos socios y la elección de tres miembros del Capítulo Superior de la Pía Sociedad. Leemos en las actas del Capítulo: ((**It8.228**)) 24 de octubre de 1865.-Esta noche, reunido el Capítulo de la Sociedad de San Francisco de Sales, su Rector, el sacerdote Juan Bosco, presentó, y fueron aceptados los siguientes: Joaquín Berto, clérigo; Francisco Maranzana, clérigo; Segundo Bernocco, clérigo; Santigo Cuffía, clérigo; Eugenio Polledri, clérigo; G. Franchino, clérigo. El 29 de octubre de 1865, reunido el Capítulo de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, el Rector, don Juan Bosco, para suplir la falta de los miembros capitulares, esto es, del Prefecto don Víctor Alasonatti, que murió el día 7 del corriente, y del Director espiritual, don Bartolomé Fusero, atacado de enfermedad cerebral, eligió nuevo Prefecto a don Miguel Rúa, y nuevo Director espiritual a don Juan Francesia. Reunidos después en el mismo día, todos los miembros de la Sociedad, se hizo la elección del tercer consejero que faltaba. Obtuvo mayoría de votos don Celestino Durando, por lo que fue reconocido por todos como tercer Consejero. El Siervo de Dios buscaba a menudo en las conferencias transfundir a los demás la altísima estima que él tenía de sus empresas y de sus obras, estima que procedía de la íntima persuasión de que la orden, el consejo y la dirección de cuanto hacía, provenían de un misterioso impulso celestial. Efectivamente, del conocimiento de la voluntad de Dios procedía la fortaleza inquebrantable para alcanzar la meta que se había prefijado. Daba también importantísimos avisos. En general su carácter era ajeno a las singularidades, a las imitaciones y a las novedades. El tenía por principio que cuando las cosas marchan bien no hay que cambiarlas fácilmente so pretexto de mejorarlas. (**Es8.202**))
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