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((**Es8.189**) iré in domun aeternitatis meae (a la casa de mi eternidad)... Querría, Señor, después de muerto, ser sepultado en el ((**It8.212**)) rincón más oscuro de la tierra y que nadie se acordase más de mí. Me alegro, Señor, de que mi cuerpo sea entregado a los gusanos, en penitencia de mis pecados y de las ofensas que os hice: me alegro de que mi lengua, mis ojos y mis oídos vayan a pudrirse en la fosa en castigo de sus faltas. Una sola cosa siento, no poder trabajar más para vuestra gloria. Una sola gracia os pido, Señor, y es la de que pueda morir aunque sea en medio de los más atroces tormentos. Deseo mucho morir para unirme a Vos y así estar seguro de no poder ofenderos más y de amaros con el más ardiente amor. No obstante, estoy dispuesto a sufrir en vida hasta que os plazca... Tened misericordia de mí... Señor, os pertenezco por muchos títulos. Tengo demasiada confianza en Vos, Señor... Después exclamó con énfasis: -Exurgat Deus et disipentur inimici ejus (Levántese el Señor y se dispersen sus enemigos). Quedóse un momento adormecido. Despertó de nuevo. Parecía que un molesto pensamiento torturase su memoria y repetía: -íLa obediencia, la obediencia! A veces dije a don Bosco: quiero esto, quiero aquello, o bien: haga esto o de otro modo... Si por más que se diga; y allí, precisamente allí... >>Y la obediencia? Recordaba que un día había hablado resueltamente a don Bosco porque le parecía que era demasiado indulgente con un tal que se obstinaba en no obedecer, con escándalo de los alumnos. Como yo conocía el hecho al que aludía, le hice observar: -Pero usted no podía obrar de otro modo; era necesario una resolución enérgica. -Pero yo dije: o esto, o de lo contrario... En el momento de la muerte se juzgan las cosas de muy distinta manera... Sí... poner al Superior en la alternativa: o... o... Pero espero que el Señor me haya perdonado. Se serenó y de nuevo prosiguió su oración. Siguió murmurando oraciones hasta que, de pronto, llamándome me dijo: -He de pedirle un favor. Si muriese ((**It8.213**)) esta noche, anímeme... recuérdeme que confíe en la misericordia de Dios... déme por última vez la absolución sacramental... >>Me lo promete?... -Sí, señor; le respondí lagrimeando. -Muy bien, añadió. Ahora vaya a descansar: en el caso de que me sienta peor, lo mandaré llamar. (**Es8.189**))
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