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((**Es8.156**) ((**It8.172**)) Ilma. señora Condesa: Espero poder ir a visitarla tal vez la próxima semana desde Montemagno. Por lo que respecta a los clérigos, que bondadosamente recibiría para veranear, no puedo dejarlos libres, porque hacia el doce del próximo septiembre hay exámenes de literatura y de gramática, a los que algunos se preparan. Aquí, entre los que estudian, los que enseñan y los que deben suplir en alguna ocasión, están todos sobrecargados de ocupaciones. íDe cuántas cosas desearía hablarle, señora Condesa! Ruegue por esta casa, que por una parte recibe muchas bendiciones, y por otra muchas cruces. Hágase en todo la voluntad del Señor. Yo no dejaré de rogar por usted pidiendo constantemente dos cosas: que usted y su familia no tengan que sufrir ningún daño con la actual amenaza del cólera, y que la Santísima Virgen les tenga a todos preparada una hermosa habitación en el paraíso. En el caso de que no fuese de Montemagno a Vignale, le haré saber el día en que podré encontrarme en Felizzano. Ruégole salude de mi parte a su esposo y a toda su respetable familia. La Santísima Virgen nos conserve a todos siempre suyos. Amén. Muy agradecido me profeso. De V.S. Turín, 3 agosto del 1865. Gozzano (solamente por hoy). Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Desde Gozzano, dirigióse don Bosco a una ciudad de otra diócesis, donde había un convento de religiosas terciarias, abiertamente enojadas con el Obispo, de quien dependían, y no había modo de doblegarlas a la obediencia. Querían abrazar la regla estrecha de la Orden de la que eran terciarias, declarándose independientes. Apenas se enteraron de la llegada de don Bosco, le invitaron a que las visitara. El Obispo, que se enteró de la invitación, dijo a don Bosco, que era su huésped, que podía ir libremente, pero que anduviese con cuidado, porque con aquella comunidad ya había tenido que recurrir a penas canónicas. ((**It8.173**)) Don Bosco fue a verlas. Le recibieron en el locutorio con todos los honores y muestras de aprecio. Todas las monjas estaban de rodillas y de rodillas se ponían las que se acercaban a la reja para hablarle. Finalmente la Superiora le invitó a dirigirles unas palabras. Don Bosco se excusó, pero ella insistía. -Cúmplase, pues, vuestro deseo, dijo él: >>apreciáis a don Bosco? -Figúrese usted; apreciamos a don Bosco como a un santo. ->>Entonces escucharéis lo que os voy a pedir?... añadió el Venerable sonriendo de veras. (**Es8.156**))
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