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((**Es7.720**) quiero dar a entender cuando digo a veces a los jóvenes íánimo, amigo mío! Voy a contestarles hoy. Cuando les dirijo la palabra ánimo, pero sin repetirla, quiero decir que el demonio da vueltas a su alrededor buscando derribarles. Cuando digo ánimo y levanto este dedo, que el diablo ya les ha vencido, y es preciso que se rehagan. Fijaos, queridos amigos; alguna vez digo esta palabra para reír, pero en general la suelto porque estoy seguro de lo que digo, porque si vosotros vieseis lo que yo veo, lo que yo he visto ya de algunos de vosotros, gritaríais de miedo. De ahora en adelante evitaré deciros ánimo, en broma. Pero vosotros, a partir de hoy, íalerta! Siempre que yo os diga: ánimo, amigo mío, ánimo, es que veo al demonio a vuestro alrededor o en vuestras almas, y entonces estad atentos para combatirle. A aquéllos que escapan de mi presencia, que parece tienen miedo de mí, les añado: ->>Amigos míos, por qué huís? A vosotros no os diré cuatro veces ánimo, sino hasta quince veces, pues todo es necesario para salir del estado en que os encontráis. Acostumbro también a repetir otra frase de cuando en cuando a algún muchacho. Cuando yo os digo: -Amigo mío, >>quieres que hablemos de tu alma?, significa que en vuestra alma hay algún lío, alguna confesión mal hecha, o acaso algún enredo inminente. Recordadlo. Mis queridos jóvenes, escuchad por caridad mis palabras, servíos de los medios extraordinarios que el Señor os ofrece. Os lo digo porque os amo y lo que digo es verdad. De los días 29 y 30 de diciembre, no tenemos más que dos cartas de don Bosco: una dirigida a Roma, a un Monseñor de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, y otra a Mirabello para don Juan Bonetti. ((**It7.847**)) Reverendo Monseñor: Un buen eclesiástico amigo mío, que ya estuvo encarcelado por la buena causa, va a Roma. No necesita más que algún buen consejo para que pueda ver las principales maravillas de la Urbe, a satisfacción y con fruto. Creo que el reverendo Mentasti ya le habrá dado las veinticinco liras que usted se dignó entregar para las dispensas y rescriptos de estos pobres clérigos. Es la tercera vez que las envío. Quería yo quedar bien ante usted con mi puntualidad; mas no he podido. Creo que V. S. Revma. es enemigo del dinero y que por eso no quiere ir a su casa, que yo imagino toda llena de oro celestial y de virtud. De todos modos yo se lo agradezco y le deseo todas las bendiciones del cielo. Si alguna otra vez ocurriese cualquier cosa de este u otro género, el sacerdote Piola, portador de la presente, está encargado de hacer y pagar cuanto fuere preciso. El conde y la condesa Bosco agradecieron sumamente sus cristianas felicitaciones y me encargan especialmente agradecérselo y desearle los mejores auspicios para su apreciada persona. Yo me encomiendo juntamente con mis muchachos a la caridad de sus santas (**Es7.720**))
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