Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es7.699**) del pobre Saracco; y que los misterios del rosario se cerrasen con el réquiem. Luego advirtió a todos que consideraran que los de la casa iban a la eternidad de dos en dos y que la muerte de uno anunciaba la de otro; por tanto, se preparasen porque pronto, antes de acabar el año, otro debía morir. Añadió que éste, a lo mejor no hacía ya el ejercicio de la buena muerte del mes de diciembre. Acabó avisando de modo especial a los pobres jóvenes que rara vez se acercan a los sacramentos y viven solamente para pasarlo lo mejor posible. Cuando quedó a solas con los sacerdotes, exclamó: -íSi hubiese podido preparar a Saracco como yo deseaba! íPero él quiso marcharse! Don Bosco sabía que Saracco tenía que morir. íPobre Saracco, que el Señor haya tenido misericordia de ti! Al subir las escaleras para retirarse a su habitación se volvió a un sacerdote que le besaba la mano y le dijo sonriendo: -Esto paratus (Que estés preparado). La florecilla que don Bosco había pensado dar este día la trasladó para el día siguiente, 30 de noviembre: -Ayer, dijo, pensamos en los muertos; hoy, dejamos los muertos para pensar en los vivos. La flor mañana será ésta: Oír la misa y ayudarla con especial devoción. Después se dirigió a los profesores y les rogó que el próximo sábado dieran como lección de clase, el modo de ayudar a misa, para que fuera servida con el respeto que se merece. Inculcó que no se contentaran con que ((**It7.822**)) los muchachos lo supieran mientras lo recitan, sino que lo aprendieran bien de memoria sin equivocación alguna; en suma, que lo asimilaran perfectamente. Llamó por su nombre al director espiritual, don Juan Cagliero, y le exhortó para que proveyera a fin de que se dieran con exactitud las clases de liturgia para el servicio de la santa misa. Dijo al director de las escuelas, don Juan Francesia, que, de acuerdo con el encargado de la sacristía, dispusiera que todos los días se presentaran dos jóvenes por turno en la sacristía, mientras hubiera misas para ayudar; que empezaran el servicio los alumnos de segundo de retórica, continuando los de primero, y así seguidamente hasta el primero de bachillerato. Los clérigos, un día cada uno, asistieran a la sacristía sucediéndose por turno, para ayudar a los sacerdotes a revestirse y despojarse de los ornamentos sagrados, para aprender a plegar roquetes y albas, registrar los misales, etcétera. Terminó aconsejando a los muchachos aprendieran bien las oraciones (**Es7.699**))
<Anterior: 7. 698><Siguiente: 7. 700>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com