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((**Es7.659**) 1. Acabó suplicándole que cambiara de sistema, si no quería terminar mal. Don Tito miró a don Bosco y sonrió, porque su fortuna parecíale indestructible. Pero las palabras de don Bosco fueron después proféticas. Un socio, en quien el pobre sacerdote había puesto toda su confianza, le traicionó, llegó la bancarrota con sus consecuencias y luego el deshonor y la ruina de todo. Hacia las nueve, al son de la música y entre los aplausos de toda la población, los alumnos del Oratorio salieron de Ovada y se dirigieron a Cremolino. La carretera pasa junto al cerro sobre el cual se levanta en Cremolino el estupendo castillo del marqués Serra. En su torreón estaba izada la bandera como en los grandes días. Al pie de la subida se presentaron a don Bosco los dos hijos del Marqués invitándole a ir al castillo en nombre del padre, que deseaba ardientemente hablar con él. Aunque no era una parada establecida, don Bosco condescendió. ((**It7.774**)) Salió el buen Marqués a su encuentro hasta el puente levadizo, tomóle de la mano, como a persona de antigua amistad, y lo introdujo en el castillo. Como era sabedor de que don Bosco iba a pasar por aquellos lugares, había preparado una abundante comida para toda su compañía. Llevaron a los muchachos a un magnífico salón, dejaron los intrumentos musicales, se colocaron en círculo y el mismo Marqués empezó a servirles pan, condumio y vino excelente. Después los dejó al cuidado de su segundo hijo, mientras su primogénito hacía sentar a la mesa en otra sala a los sacerdotes y clérigos. El se retiró con don Bosco a otro aposento, donde les sirvieron, a ellos solos, un déjeuner (almuerzo). El Marqués quería hablar con don Bosco confidencialmente, pues se hallaba muy afligido por la muerte de la Marquesa, acaecida poco antes. Necesitaba consuelo y lo encontró en las palabras del siervo de Dios. Insistió para que siguiese en su casa hasta el lunes, pero se resignó al saber que el Obispo de Acqui le esperaba aquella misma tarde. Cuando reapareció ante los muchachos, llevando a don Bosco de la mano, parecía rejuvenecido. íTan feliz se encontraba! Como en otros lugares, también aquí hubo cantos, música y poesías del simpático cantor ambulante. Una corta pero graciosa velada. Se reemprendió la marcha repitiendo a gritos: íViva el señor Marqués! 1 Il Tim II,4. (**Es7.659**))
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