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((**Es7.654**) Se entró triunfalmente en la población. Hubo un espléndido banquete, ofrecido por el Arcipreste, al que asistieron los músicos de las dos bandas. Carlos Gastini, en la sobremesa, como acostumbraba hacer en todos los pueblos durante la época de excursiones, se presentó vestido de payaso para representar el papel de mendigo; y, cantando y declamando, suscitó la hilaridad de los convidados. Luego fueron los músicos a tocar bajo las ventanas de la casa del Alcalde y de las de otros distinguidos personajes para obsequiarles. Después de la bendición solemne en la parroquia, los alumnos salieron en fila con las dos bandas a la cabeza. Al llegar donde comenzaba la bajada, los de Lerma se pararon, don Bosco les dio nuevamente las gracias, manifestó la esperanza de encontrarse de nuevo un día todos juntos en el paraíso gozando de las armonías celestiales, e inició con los suyos el descenso al valle. A la vuelta del camino, que giraba alrededor de una colina que ocultaba a Lerma, se oyeron por última vez los instrumentos de los nuevos amigos, que daban el último adiós a los que se alejaban. Estos respondieron con una sinfonía y tras un entusiástico viva, gritado por un lado y repetido por el otro, marcharon a Mornese. Don Bosco, como ya había hecho al ir, volvía a pie. Durante todo aquel largo trayecto caminaba a su lado un sacerdote joven, forastero, que por suerte se había quedado solo con él. El arcipreste Olivieri, su amigo, se lo había presentado en Mornese; don Bosco, mirándole amorosamente, preguntóle su nombre y su patria. Y después le dijo: -Bueno..., venga conmigo a Turín. -Y por qué no?, respondió el sacerdote, como fascinado por la bondad del siervo de Dios. Don Bosco no le dijo nada más 1. En Lerma también se encontraba él entre los invitados y el Arcipreste le había colocado ((**It7.769**)) en la mesa al lado de don Bosco, que casi siempre habló con él del Oratorio de Turín y de los medios que había que emplear para salvar a la juventud de tantos peligros como se le echaban encima. El sacerdote, totalmente absorto escuchándole, le había dicho: -Yo iría con mucho gusto a Turín, si usted me admite. -Y con qué intención vendría? 1 Se trata, ni más ni menos, que de don JUAN BAUTISTA LEMOYNE. Así de simple y candorosamente hace su autopresentación el carísimo Lemoyne, autor de estas Memorias Biográficas de San Juan Bosco, el más rico tesoro del bosquianismo, mina de oro inigualable que posee la Congregación Salesiana, gracias a su laboriosa entrega y a su buen hacer. (N. del T.). (**Es7.654**))
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