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((**Es7.650**) y seguramente el más eficaz, porque con el ejercicio de la religión, será además el más bendecido por Dios. Para darle una prueba palpable, me atrevo a invitarle a que venga a pasar unos días con nosotros y confío que al final del experimento pueda asegurarme que cuanto le he dicho es experimentalmente el sistema más práctico y más seguro. Esta invitación, parte en broma y parte en serio, causó grata impresión a Francisco Bodrato, el cual, íntimo amigo de Pestarino, ya había deliberado en su corazón agregarse a la Pía Sociedad. Los alumnos del Oratorio fueron después de la comida a Parodi, invitados por el párroco que les había preparado la merienda. Cuando iban a entrar en el pueblo, salió a su encuentro el sacristán para avisarles que no tocaran: se celebraban en la parroquia las cuarenta horas y estaba allí reunido todo el pueblo. La comitiva entró, por tanto, silenciosamente en la iglesia, mientras estaba a punto de acabar la plática. Los sacerdotes y clérigos salesianos fueron a ayudar a la bendición y los cantores subieron al coro y cantaron el Tantum ergo con la banda. Cuando el pueblo salió de la iglesia, los músicos tocaron unas marchas que obtuvieron muchos aplausos. En Parodi tuvieron una gran suerte. El brillantísimo orador de los mejores púlpitos de Italia, reverendo Verdona de Gavi, totalmente ciego, predicaba allí el triduo de las cuarenta horas. Su palabra clara para el pueblo y su ardiente piedad le ganaban la atención universal. Informado de la llegada de los muchachos de don Bosco, se puso muy contento y quiso saludarles. El había estado en el Oratorio cuando ((**It7.764**)) predicó la Cuaresma en Turín, en la iglesia de San Felipe. A Parodi le había acompañado su hermana, la señora Jerónima, quién cobró desde aquel día tanto afecto a las obras salesianas que, en adelante, fue una bienhechora insigne. Los muchachos regresaron a Mornese, ya avanzada la noche, y no tuvieron el consuelo de ver a don Bosco porque estaba en la iglesia confesando. El no se había movido de Mornese. En aquellos días sostenía largos coloquios con don Domingo Pestarino. Le había aceptado entre los miembros de la Pía Sociedad, como él ardientemente deseaba, pero quiso que siguiese con la dirección de las Hijas de María Inmaculada, mientras el Señor le conservase en vida, prometiéndole la ayuda del consejo y de los medios. Don Domingo manifestaba también a don Bosco su propósito de establecer en Mornese una institución que recordase a sus buenos (**Es7.650**))
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