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((**Es7.643**) El rector De Bernardis y el ecónomo Fulle que trataban ((**It7.755**)) a don Bosco con extraordinaria bondad, se entretuvieron con él, con el mismo interés que si se tratara de cosas propias, hasta hora muy avanzada, para oírle contar la historia del origen y principios de su Oratorio, y del internado de Valdocco. El 6 de octubre, jueves, se efectuó la excursión a Pegli, para visitar la famosa Villa Pallavicini, a la que acuden los viajeros que van a Génova desde todos los países del mundo. Es una colina convertida en jardín. El marqués Ignacio Pallavicini, senador del reino, planeó y empezó en un año de carestía aquellas obras, que costaron millones. Admitía para los trabajos manuales a todos los que se presentaban y les pagaba cada tarde el jornal. El Marqués conocía a don Bosco, había elogiado su obra en el Senado, y, siempre que iba a Turín, solía enviarle una limosna. Enterado de su llegada, dispuso todo para que fuese bien recibido. El tren de Génova llegó hacia el mediodía. EI señor José Canale, hermano de un ilustre canónigo de la catedral, dueño de un café, había dirigido la caravana, ya que la iniciativa del paseo era suya. Apenas descendió don Bosco del tren, recibió el saludo de bienvenida del Marquesito que, enviado por el abuelo, le esperaba. A mitad del camino salió al encuentro su padre, el marqués Durazzo, con una turba de criados que debían servir de guías a los muchachos. Unos instantes después llegaba el anciano marqués Ignacio, impaciente por ver a don Bosco. Se le aproximó y dijo: -Tenía que venir usted con sus muchachos, para que yo saliera hoy de palacio... Quiero ser el que le acompañe a visitar estos lugares. Y así hablando, se colocó a su lado y entró con él en el palacio, seguido de todos los muchachos. Desde una amplia terraza contemplaron la vista del mar, bajaron a la explanada y, por una subida sombreada con altas plantas, llegaron a un pequeño templo de estilo clásico. Recitaron allí una breve oración y luego, divididos los jóvenes en grupos, visitaron las maravillas de la finca, donde el arte competía en belleza con la naturaleza. En el recorrido de casi dos millas había bosquecillos ((**It7.756**)) con toda clase de plantas, jardines con arriates de las más raras flores, caminos con copudos árboles, glorietas cubiertas, explanadas con aparatos de juegos populares, senderos que llevaban a rincones donde se podían contemplar siempre nuevas perspectivas, puentecillos sobre el agua corriente de los barrancos. Y caía el agua por las rocas, brotaba a chorros en los prados, se reunía en estanques llenos de peces, (**Es7.643**))
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