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((**Es7.615**) las espaldas, eso de agarrarse tres o cuatro de bracete y pasear así, arriba y abajo, descaradamente, eso de saltar sobre los lomos, eso de echarse por tierra, es algo mal hecho y contrario a la buena educación y la buena crianza. El demonio es aprendiz y maestro; aprendiz por la experiencia que tiene desde hace muchos siglos, y maestro por su refinada malicia, y él se sirve de esto para arrastrarnos al mal. Como aprendiz, sabe los males que siguen a estas maneras vulgares: ha visto millares de casos; como maestro, pone malicia donde no la hay. Así, de un gesto que parecía una simple inconveniencia viene un peligro, del peligro la tentación y de la tentación la caída. Uno cae y se arruina. No sigo con este razonamiento; creed en mi palabra, más aún, en la de los santos y en la de todos los educadores. Acaso alguno piense: y don Bosco...? Ya dije que hay algunos casos en los que ciertas reservas no serían a propósito, por ejemplo cuando hay utilidad o necesidad. Ahora vengamos a mi caso. Si yo no hiciese alguna vez una caricia a uno, no diese la mano a otro, si no pusiese la mano sobre la cabeza de un tercero, no tendría modo para manifestar a ese tal mi benevolencia. Se presentaría después otro que se ofendería, quedaría mortificado al acercarse a mí. Diría: -Quién sabe por qué don Bosco ya no me aprecia? Habré cometido alguna falta? Mirad, lo que es inconveniencia en otros, tal vez es para mí una necesidad y una ventaja. Todavía hay otro motivo que me obliga a comportarme así. Muchas veces algunos huyen de mí como el diablo de la cruz. Entonces, si por desgracia, o mejor, por suerte, encuentro a uno subiendo las escaleras, le tomo por la mano, se la estrecho, le digo una palabra, y muchas veces basta esto para que aquel individuo cambie de criterio y de manera de vivir. Si, por el contrario, él me saluda a una prudente distancia, y yo le devuelvo simplemente el saludo, el amigo que está en guardia, sospechoso y contrariado de aquel encuentro, se me escapa y no puedo decirle nada. Si, en cambio le tengo agarrado de la mano, que haga la prueba de escaparse. Lo que digo de mí, lo digo de todos los sacerdotes... superiores de la casa. Habéis comprendido?... Quién sabe si pondréis en práctica mi aviso?... Veremos... Yo lo espero... Buenas noches, mis queridos amigos. Los cuidados que don Bosco tenía con los muchachos andaban a la par con su diligencia para sostener las Lecturas Católicas y ganar suscripciones. El conseguía su fin preservando a los católicos de la peste herética. Don Segundo Golzio le escribía desde Pinerolo el 6 de agosto, pidiendo que le mandasen, como ((**It7.723**)) en tiempo pasado, sesenta y seis ejemplares mensuales de aquellas Lecturas para sus asociados. La aceptación que en aquel pueblo tenían sus opúsculos le proporcionaba gran consuelo, ya que Pinerolo estaba situado en la boca de los Valles de los misioneros Valdenses. Y la imprenta los preparaba con presteza. Tenía a punto para septiembre y octubre: La Vida de San Atanasio el Grande, Obispo de Alejandría y Doctor de la Iglesia, narrada al pueblo por el sacerdote José Re. Este pequeño volumen (**Es7.615**))
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