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((**Es7.591**) comenzó a delirar. Las palabras que profería manifestaban su persuasión de que iba a morir; llamaba a don Bosco y le pedía perdón y ayuda. Ni los médicos, ni las monjas podían sacar partido de sus frases inconexas. Al saber su estado, don Bosco fue enseguida a visitarlo. Contáronle las monjas el extraño delirio del muchacho. Don Bosco respondió: >>-Yo sé de qué va; dejen que le hable y verán cómo se tranquiliza. >>Se aproximó al lecho y, cuando el enfermo oyó su voz, se incorporó: >>-Don Bosco, le dijo, no me lea la sentencia. >>-Pero qué estás diciendo? He venido porque te quiero, deseo que vivas, entendido? Ahora dime: quieres confesarte con don Bosco? >>-Sí, sí, no deseo otra cosa, pero a condición de que no me lea la sentencia. >>-íQué sentencia, amigo mío! Quiero que estés contento. >>E inclinándose, díjole una palabra al oído que lo serenó y le quitó todo temor. Luego le confesó, hizo que le administraran el Viático y la Unción de los enfermos, que recibió con gran fe, y finalmente expiró tranquilo>>. Se acercaba el tiempo de los ejercicios espirituales en San Ignacio y don Bosco sacaba de varios autores, especialmente ((**It7.699**)) de Casalis algunas notas históricas sobre Lanzo y algún otro pueblo más importante de aquellos valles para entregárselas al nuevo Director. En el siglo XII se construyó el Castillo de Lanzo para defensa del valle y de sus pasos. Pero fue conquistado en 1551 por los franceses. Al fin del año, el capitán Gonzaga, de los ejércitos imperiales, expulsó a los franceses y recuperó el Canavese. Pero también la guarnición española debió abandonarlo en 1552, tras un furioso asalto de los adversarios. Entretanto, el general francés Brisacco ordenó la destrucción del Castillo en 1557. Volvió Manuel Filiberto a sus estados, hizo señor, en 1570, del marquesado de Lanzo a don Felipe del Este. Cincuenta años después de la destrucción del Castillo, un tal Bartolomé Bonesio puso sobre sus ruinas los cimientos del convento de los Capuchinos, asignándole como primer capital dos mil escudos. También hizo edificar la iglesia, en la que se celebró misa por vez primera el día de Todos los Santos del año 1615. El eremitorio fue fundado por los Granieri, antigua familia de Lanzo; y ésta lo donó en el 1661 a los Padres Camaldulenses. A este eremitorio perteneció Columbano Chiaverotti. A él vinieron en 1839 los Carmelitas. Forno de Groscavallo está a seiscientos sesenta y siete metros sobre el nivel del mar. La Virgen se apareció en 1630 en un bosque de hayas, plátanos y fresnos. La fuente del Arzobispo Rorá. (**Es7.591**))
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